Nada es como antes Muchas son las anécdotas, y una más desgarradora que otra, paro también hicimos un análisis positivo. De la peor situación aprendimos la mejor lección: el valor de la solidaridad. Lo mejor de esta experiencia fue que aprendí a valorar las pequeñas cosas y que una familia unida puede más. Mi familia cree que esto que nos pasó a todos es algo para tener en cuenta y no olvidarnos del granito de arena que pusieron todos, y que fue tan importante. Hoy siento que nos cuesta empezar, pero creo que lo importante es tener salud y vida; todo lo material se puede recuperar. Lo más rescatable es saber agradecer tanta solidaridad de personas que ni siquiera nos conocían. Me sentí orgullosa de mi país que pensaba en nosotros y eso hacía que no nos sintiéramos tan solos; ver que hasta los más pobres hacían algo para ayudarnos. Lo mejor fue darme cuenta de lo mucho que necesito a mis seres queridos. Lo mejor fue que el barrio, la gente, se unió para poder ayudarse y acompañarse entre todos. Hoy lo tomo como un hecho que pasó; pero que salimos del infierno, lo hicimos. Lo mejor de esto es saber que hay muchas personas solidarias, y también, que después de tantos años de pelea, mi familia pudo unirse finalmente. El agua se llevó muchas cosas; en cada casa quedan marcas que sin duda el tiempo va a poder borrar. El agua se llevó muchas cosas… menos la memoria. Ahora estamos bien, lo único que me duele es que todos mis amigos viven muy lejos y no nos vemos. Mi barrio está muy extraño, está apagado, la calle no es la misma, muchos creen que puede volver a ocurrir. Después de la inundación nada volvió a ser como antes, en especial mi casa. Ya no están más esos recuerdos colgados de la pared, todo está triste. Aún recuerdo cómo el agua se lo llevaba todo, como si fuera dueña de las cosas. Mi cuarto está tan grande y vacío que por las noches siento miedo. |
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