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Desastres en la Región
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El
Impacto del Fenómeno de El Niño de 1997-1998 J. Roberto Jovel,
Consultor, Corporación Andina de Fomento Antecedentes Los Presidentes de los países andinos encomendaron a la Corporación Andina de Fomento (CAF) que realizase una evaluación del impacto negativo del fenómeno y un examen de la forma cómo se atendió la situación, y que propusiese formas de enfrentar fenómenos similares en el futuro. La siguiente es una descripción resumida del impacto socioeconómico del evento de 1997-1998. Los daños
ocasionados por el fenómeno Por la sequía fue necesario interrumpir o reducir temporalmente por períodos relativamente largos el suministro de agua potable en numerosas ciudades y comunidades. En las áreas inundadas se dañaron o destruyeron los sistemas de agua potable y alcantarillado sanitario, y también se interrumpió o racionó el servicio. En ambos casos fue preciso suministrar agua mediante camiones cisternas por tiempo prolongado. Las empresas del sector vieron perjudicadas sus finanzas debido a la reducción de los ingresos y al aumento de sus gastos para brindar un mínimo de servicio. La generación de electricidad se vio afectada en las zonas de sequía, haciendo necesario recurrir a la operación de plantas termoeléctricas. En Perú y Ecuador, las inundaciones dañaron dos centrales hidroeléctricas cuya producción también hubo de reemplazarse con base en plantas térmicas. Si bien se evitó con ello el racionamiento, hubo de incurrirse en mayores costos de generación. Las inundaciones y avalanchas de lodo destruyeron o dañaron cerca de 17,500 kilómetros de carreteras principales, caminos secundarios y vecinales, sus puentes y otras estructuras conexas, lo que produjo interrupciones temporales del flujo de carga y pasajeros con los consiguientes incrementos en los costos de transporte. La reducción de caudales originada por la sequía ocasionó mayores costos en el transporte fluvial de los ríos Orinoco y Magdalena, así como de operación en algunos puertos en Colombia y Venezuela. Los sectores productivos vieron afectados, tanto su infraestructura como sus existencias y la producción, dependiendo de si fueron dañados por inundaciones, sequía o por los cambios en el océano. Las inundaciones averiaron o destruyeron la infraestructura agropecuaria, aminoraron el hato ganadero, se redujo la producción en forma significativa tanto en las áreas inundadas como en las de sequía. La pesca y su procesamiento se vió perjudicado por los cambios en la temperatura y salinidad en el mar. La industria y el comercio además de lesiones en su infraestructura y equipo sufrieron pérdidas de existencias y redujeron su producción y ventas por el menor volúmen que procesaron y comercializaron debido a las inundaciones y las sequías. La minería también acusó deterioro por inundaciones en sus instalaciones y mermas en producción. El turismo vio estragos en su infraestructura y sus ingresos se redujeron debido a la imposibilidad de contar con los servicios de agua y energía durante períodos que coincidieron con la temporada de más alta ocupación. El fenómeno tuvo impactos negativos sobre el medio ambiente, agravados por la acción previa del hombre: la deforestación y la erosión aumentaron los caudales y el arrastre de sedimentos en las zonas inundadas. Las más altas temperaturas y fuertes vientos facilitaron la expansión de quemas e incendios forestales en las zonas de sequía, con lo que se destruyeron amplias extensiones de bosques. Los manglares sufrieron daño por la disminución en los niveles de agua en los esteros y por los cambios en la salinidad del agua y las formaciones coralinas fueron objeto de lixiviación pero no llegaron a morir. Gracias al pronóstico temprano acerca de la llegada del fenómeno, los Gobiernos pudieron emprender algunas medidas de prevención y mitigación de daños y fortalecer las entidades de preparación y atención ante las emergencias, con lo que se logró reducir en alguna medida el impacto. El monto e impacto
de los daños El tipo de daño abarcó pérdidas de producción (39% del total), daños al acervo (29%), mayores costos de operación en los servicios (21%) y otros daños y gastos (11%). Los sectores más afectados fueron los productivos (US$3,593 millones), la infraestructura (US$1,752 millones), los sociales (US$736 millones) y los de servicios (US$621 millones). El impacto del desastre se visualiza mejor al comparar el monto de los daños con el tamaño de las economías, empleando como referencia el producto interno bruto (PIB) de cada país. Dicha comparación señala que los países más afectados habrían sido, en orden de magnitud decreciente, el Ecuador (14.6 % del PIB), Bolivia (7%) y el Perú (4.5%). Los daños antes citados tienen además repercusiones de importancia sobre el comportamiento de las economías de los países. En primer lugar, se redujo el crecimiento económico durante 1998, en cifras que incluso alcanzan alrededor del 2.8 % en el caso de Perú (ver gráfico 3). Además, se aumentó el déficit de las finanzas de los Gobiernos, ante los mayores gastos en que tuvieron que incurrir para atender el desastre y los menores ingresos percibidos por concepto de impuestos. El balance comercial y de pagos fue negativamente afectado debido a la reducción en exportaciones y a la necesidad de realizar mayores importaciones de bienes para la rehabilitación y la reconstrucción. Finalmente, los precios de algunos artículos cuya disponibilidad se ha visto afectada han aumentado y se ha producido el repunte de la inflación. Dada la permanencia relativa de los daños, especialmente sobre los sectores productivos, estos efectos macroeconómicos podrían mantenerse por espacio de varios años. Las cifras y comparaciones anteriores evidencian que el impacto social y económico de El Niño de 1997-1998 en los países de la Comunidad Andina de Naciones es tan elevado que no es posible continuar sin atender la raíz del problema y solamente reaccionar ante las emergencias una vez que se han presentado. Dicho de otra forma, es preciso proceder a la reducción de las vulnerabilidades prevalecientes en la región.
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