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Desastres en la Región
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Recordando
el más grande desastre sísmico de Latinoamérica
Siempre es positivo para una sociedad, con tendencia al olvido, recordarle hechos, datos y consecuencias de fenómenos naturales que se convirtieron en desastres y que han dejado una huella imborrable para una generación. El terremoto ocurrido en 1970 en la zona Nor-Este del país, nos lleva a escribir este artículo con la intención de reiterar la necesidad de crear y desarrollar una generación de peruanos que basen su desarrollo en una cultura de prevención, y vigilen que los gobernantes no descuiden este concepto en todos sus actos dentro del Gobierno. El Perú geológicamente tiene una margen sísmicamente activa que presenta una estructura tipo andino que se define por medio de tres registros sísmicos multicanal transversales, ubica dos entre los 5 y 12 grados de Latitud sur, de Norte a Sur que se detallan a continuación: mar adentro de Paita, de Chimbote y de Huacho, respectivamente. Los resultados del Proyecto Placa de Nazca(1972-1980) indicaron que las rocas metamórficas continentales se extendían por lo menos hasta el borde del zócalo y que los sedimentos habían crecido a lo largo de la pendiente continental inferior. Precisamente, frente a las localidades de Chimbote y Huarmey, ubicadas entre 9.5-11.5° Latitud Sur en el Departamento de Ancash. En 1970 se produjo un sismo de magnitud 7,6 a 7,8 (Richter) con un epicentro ubicado a 30 kilómetros mar adentro en la zona donde la Placa de Nazca subduce a la Placa Sudamericana y los sismos son frecuentes puesto que su ubicación se encierra entre la Falla de Mendaña y la Dorsal de Nazca en la región central del Perú que es la zona donde se han dado el mayor número de sismos de gran magnitud y con consecuencias más graves para la vida humana, el patrimonio y el desarrollo del país, durante todas las épocas de su historia. El radio del área dañada cubrió una distancia de 150 km afectando las ciudades de Huaraz, Caraz y Aija ubicadas en el Callejón de Huaylas, que corresponde a la zona andina del departamento de Ancash, las mismas que quedaron semidestruidas, mientras que localidades de importancia como Trujillo (tercera en importancia después de Lima, la capital del país) Chimbote y Casma sufrieron daños considerables.
En Chimbote, el 75% de las viviendas fueron dañadas especialmente las que estaban construidas de adobe quedaron destruidas totalmente en un 96%. En esta ciudad, más de 1000 personas fallecieron, sin embargo, fueron las avalanchas las que empeoraron el daño. Estas habían arrasado el Valle del Santa en la Cordillera de los Andes 8 veces en los últimos 30 años. En 1962, 4000 personas murieron en la ciudad de Ranrahirca. Este sismo que afectó los departamentos de Ancash y el sur de La Libertad, produjo un gran aluvión que arrasó la población de Yungay en el Callejón de Huaylas. Una masa de hielo entre 5,500-6,000 m. sobre el nivel del mar en el monte Huasca-rán (6,768 m.), la montaña más alta en el Perú, cayó desli-zando un glacial y recorriendo una dis-tancia de 10 Km. La avalancha alcanzó la ciudad de Yungay y Ranrahirca en sólo 3 minutos. En Yungay murieron 17,000 personas sepultadas (muchos de ellos evacuados a la iglesia de Yungay) y 1,800 en Ranrahirca. En la primera ciudad solamente 400 personas, de una población de 20,000 sobrevivieron, entre ellos el geofísico Mateo Casaverde, actual asesor del Instituto Nacional de Defensa Civil (INDECI) en Perú y catedrático principal de la Escuela Superior de Defensa Civil de la Universidad Nacional de Trujillo. La avalancha también alcanzó la colina de la ribera opuesta del Valle del Santa alejada hasta alcanzar 83 m. de altura. Tres mantos de 10 m. de espesor de tierra y arena cubrieron el área de 8 Km2. El volumen total del deslizamiento fue de 50 a 100 millones de toneladas. El área aguas abajo del Valle del Santa también fue afectada. El Gobierno del Perú ha prohibido la excavación del lugar donde estuvo la ciudad de Yungay y lo ha declarado cementerio nacional y a los pobladores sobrevivientes los ubicó en nuevos asentamientos humanos de pequeña escala en las cercanías de una colina. Esta experiencia dolorosa a llevado al Gobierno del Perú conmemorar el pasado 31 de mayo del 2000 como el Día de la Educación y Reflexión sobre los Desastres Naturales, en recuerdo del más grande desastre sísmico de Latinoamérica.
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