La
reducción de los desastres y los problemas de la Globalización
Por N. Benjelloun Touimi, M. Bentaja,
W. Wagner *
La
globalización ha abierto nuevas perspectivas para el crecimiento
de la economía mundial, pero si bien algunos países, sobre
todo los desarrollados, han podido aprovechar este nuevo orden económico
internacional, la mayor parte de los que se encuentran en desarrollo y
los menos adelantados siguen enfrentándose a numerosas dificultades
que les impiden integrarse plenamente en esta economía y beneficiarse
de las oportunidades del mercado en forma equitativa (igualdad de oportunidades).
Entre los factores
determinantes de esta situación de desigualdad de oportunidades
cabe destacar el fenómeno recurrente de los desastres: naturales,
ambientales y tecnológicos cuyo peso recae inexorablemente sobre
las pequeñas economías. Las inundaciones que se produjeron
hace poco en Mozambique, causando pérdidas humanas y materiales
considerables, retrasarán indudablemente por largo tiempo, la recuperación
económica en ese país; que en los últimos años,
la tasa de crecimiento económica regular ha sido de más
del 7% del Producto Nacional Bruto (PNB). El fenómeno
de El Niño, que devastó los países ribereños
del Pacífico en 1997/98, causó en el Ecuador pérdidas
del orden de US$2.000 millones, es decir, más del 12%
del PNB; el terremoto que sacudió la región de Izmit
en Turquía en agosto/99 causó pérdidas de casi US$13.000 millones.
Esos desastres han contribuido a que aumente las diferencias entre los
países ricos, que han aprovechado las oportunidades que ofrece
la globalización para aumentar sus exportaciones y mejorar su acceso
a los mercados, en particular en el campo de las telecomunicaciones, la
tecnología de la información y los servicios financieros;
y los países pobres que, cuando deben hacer frente a un desastre,
se encuentran paralizados por modificaciones presupuestarias internas
imprevisibles y se ven obligados a traspasar partidas destinadas inicialmente
a programas de desarrollo a sufragar los gastos continuos o adicionales
de los desastres. Para evitar este riesgo de inestabilidad y de marginación
cuando paralelamente se extiende la globalización y la interdependencia,
es fundamental que la dimensión de la prevención se integre
en una partida para programas de desarrollo económico y social
del presupuesto nacional de los países más expuestos a sufrir
sismos, inundaciones, tormentas, sequías, etc.
No obstante, para ayudar a esos países a hacer frente a esos
problemas, debería manifestarse una voluntad política de
cooperación por parte de los países, desarrolladas en el
marco de verdaderos acuerdos de alianza y de refuerzo de la ayuda internacional
en el marco de la reducción de desastres. Los países
en desarrollo deberían tener acceso a los recursos del conocimiento
global, sobre todo los conocimientos (know-how) tecnológicos, el
desarrollo de las investigaciones, el análisis y la previsión,
así como el establecimiento de redes de observación especializadas
(medios de telecomunicación) y la adquisición de la información
y los datos que necesitan los sectores nacionales para permitirles desarrollar
una cultura adecuada y beneficiarse equitativamente de las oportunidades
que se presentan en materia de gestión del riesgo.
Otro aspecto de la alianza podría ser el alivio de la deuda externa
de los países pobres más afectados, con el fin de que esa
deuda se convierta en proyecto de inversión en el marco de la reducción
de desastres. De hecho, el vínculo entre las inversiones y el nivel
de riesgos es determinante porque un destino de alto riesgo no resultará
nunca atractivo para las inversiones extranjeras directas, inversiones
que los países en desarrollo evidentemente necesitan para lograr
su integración en el sistema económico mundial por medio
de los sectores prometedores tales como el turismo, la creación
de industrias de productos transformados y los servicios financieros.
Por lo general, las filiales extranjeras compran insumos a proveedores
locales y estas compras se intensifican a medida que las empresas comprueban
que el medio en el que se implantan es seguro. De ahí la necesidad
de dar la posibilidad a esos países, con el objetivo de aumentar
las corrientes de entrada, establecer una infraestructura fiable y de
calidad que responda a las normas antisísmicas en las regiones
vulnerables, identificar las zonas de riesgo y evacuar la población
de los lugares expuestos a desastres, así como elaborar una legislación
interna adecuada al respecto.
En este contexto, la Comunidad del África Meridional para el Desarrollo
(Southern African Development Community, SADC), integrada por Botswana,
Zimbabwe, Mozambique y Sudáfrica, celebró una reunión
ministerial el 3 de marzo del 2000 en Pretoria y convino en conformar
un grupo de expertos para estudiar las repercusiones de las inundaciones
que asolaron la región en la economía, el comercio, la agricultura
y los medios de subsistencia de la población de esos cuatro países.
Además, los ministros se comprometieron a crear una dependencia
para la gestión del riesgo. Tras ese encuentro se celebró
otra Cumbre Especial, celebrada en Maputo, Mozambique el 14 de marzo del 2000,
en la que participaron los Jefes de Estado de Botswana, Malawi, Mozambique,
Namibia, Sudáfrica, Tanzanía, Zambia, Lesotho y Swazilandia.
En ella se aprobó una declaración en la que los participantes
hacían un llamado a la comunidad internacional para que anulara
toda la deuda externa de Mozambique para poder así invertir todos
los recursos disponibles en la construcción de la infraestructura
destrozada y en los servicios básicos afectados por las inundaciones
que asolaron al país en febrero y marzo del 2000.
Bajo la misma perspectiva, cabe recordar que en la reunión de la
Cumbre del Grupo de los 8, celebrada en Colonia en junio/99 se había
propuesto la ampliación de un programa destinado a los países
pobres endeudados. Esa iniciativa fue ratificada por las instituciones
internacionales a finales de setiembre/99 para poder subsanar las insuficiencias
de la iniciativa lanzada, con este fin, en 1996 por los países
donantes y lograr que el alivio de la deuda de los países pobres
fuera más amplio y más rápido.
Por otra parte, el planteamiento de la prevención de desastres
ha sido ampliamente reconocido en el plano internacional. La Secretaría
de las Naciones Unidas encargada de promover la Estrategia Internacional
para la Reducción de Desastres coordinada desde Ginebra y con una
Unidad en Costa Rica para América Latina y el Caribe, a partir
de enero del 2000; una estrategia multidisciplinaria e intersectorial
para atenuar los efectos de los desastres. Los elementos de esta Estrategia
se desarrollaron en el Foro del Programa que tuvo lugar en Ginebra del
5 al 9 de julio/99, acto con el que se puso fin al Decenio Internacional
para la Reducción de los Desastres Naturales. El «Task Force»
Interagencial para conducir esta Estrategia, se reunió en abril
del 2000.
Este enfoque es también objeto de examen por parte del Banco Mundial,
que ha iniciado un estudio para integrar este aspecto (la prevención)
en un programa denominado ProVention (consorcio para la prevención
de los desastres tecnológicos y naturales). El consorcio, cuya
primera reunión tuvo lugar en la sede de la mencionada institución
financiera en Washington, del 2 al 4 de febrero del 2000,
tiene como objetivo reducir los riesgos de los desastres en los países
en desarrollo y procurar la incorporación de la prevención
y la reducción del impacto socioeconómico sobre el medio
ambiente, las comunicaciones, las comunidades y las personas como parte
integrante de los esfuerzos de desarrollo de esos países.
La Organización Mundial del Comercio (OMC) puede desarrollar un
enfoque similar con la integración de la gestión del riesgo
en los planes de desarrollo de los países miembros, en el marco
de la labor del Comité de Comercio y Desarrollo. Estos planteamientos
ya se recogen en la Declaración Ministerial de la OMC de mayo/98,
en cuyo párrafo 6 dice que los Ministros «siguen preocupados
profundamente por la marginación de los países menos adelantados
y de algunas economías pequeñas y reconocen la urgente necesidad
de abordar esta situación, que se ha visto agravada por el problema
crónico de la deuda externa con que se enfrentan muchos de ellos».
En definitiva, la comunidad internacional debería brindar su cooperación
y toda la ayuda posible para definir las estrategias de reducción
de desastres e integrarlas en los programas de desarrollo nacionales de
los países más afectados. Este asunto podría ser
uno de los puntos prioritarios de la revisión, en el 2002,
de la Agenda 21 en el que se acopian las actividades de las Naciones
Unidas para promover el desarrollo económico y social en todo el
mundo. Con una estrategia de ese tipo será posible contribuir a
reforzar y a mantener el crecimiento económico de los países
vulnerables y asegurarles un desarrollo sostenible. En la Declaración
de Bangkok elaborada en el décimo período de sesiones de
la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD),
del 12 al 19 de febrero del 2000, los Estados miembros de la
UNCTAD dijeron que se requería «un esfuerzo decisivo a favor
de los que corren peligro de quedar marginados», especialmente en
África (párr. 8) y que se debía establecer una
verdadera asociación basada en disposiciones institucionales más
amplias y más transparentes, de modo que se asegure que los beneficios
de la globalización sean accesibles a todos sobre una base equitativa.
El Secretario General de las Naciones Unidas, Sr. Kofi Annan, defendió
claramente esta posición en el párrafo 9 de la Memoria
que presentó a la Asamblea General en su quincuagesimocuarto período
de sesiones (A/54/1) donde decía: «Me alarma, en particular,
la respuesta insuficiente de la comunidad internacional a las necesidades
de las víctimas de la guerra y de los desastres naturales en África.
Cuando las necesidades son urgentes, si no somos fieles a nuestros principios
más elementales de multilateralismo y ética humanitaria,
en el mejor de los casos se nos acusará de incoherencia y en el
peor, de hipocresía».
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H.E. Mr. N. Benjelloun Touimi, Embajador,Representante Permanente de Marruecos
ante Naciones Unidas, Ginebra � Mr. Mohamed Bentaja, Consultor EIRD y
ex-presidente del Comit� de Valuaci�n de Aduana de la Organizacion Mundial
de Comercio (OMC) � Mr. Wolfgang Wagner, ex-funcionario de la Secretr�a
del DIRDN, jefe de Pol�tica y Coordinaci�n Contribuyeron tambi�n: Mr.
S. Doumb�-Bill�, Profesor en Leyes P�blicas Internacionales, Universidad
de Lyon, Francia; Jean Moulin, asesor de ONU en Asuntos Ambientales
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