Formación y capacitación: cambiar formas de pensar
En esta edición de nuestra revista encontrarán bastantes ejemplos de cursos, capacitaciones y experiencias sobre talleres y formación en materia de reducción de riesgo de desastres. Capacitación y formación, que no son realmente lo mismo aunque ambas se refieren a educación y entrenamiento. Estos elementos muy importantes para lograr que los países cuenten con más y mejores capacidades para la gestión del riesgo. La capacitación suele ser un entrenamiento orientado a tener maestría o conocimiento sobre algún área determinada y se orienta hacia una o varias habilidades específicas. La formación, sin embargo, suele ser un entrenamiento más profundo, cuyo objetivo generalmente va más allá de lograr la maestría de habilidades específicas, ya que busca un cambio de actitud y una formación integral sobre una temática.
Por supuesto, una no es superior a la otra. Todo depende de qué se busca y qué tipo de entrenamiento se ajusta más a la demanda. La oferta de cursos ha crecido en los últimos años y hay opciones de entrenamiento en muchos lugares y modalidades. El hecho de que exista una mayor oferta es positivo, aunque, esto no quiere decir de ninguna manera que todas las opciones sean igualmente valiosas.
Quizás una de las nuevas opciones de formación más innovadoras sobre contenido y filosofía de enseñanza es el ‘Curso de Formación en Reducción del Riesgo de Desastres en el Marco del Desarrollo Local Sostenible” implementado por el Programa Delnet (Red de Desarrollo Local) del Centro Internacional de Formación de la Organización Internacional del Trabajo. En esta edición de la revista podrán leer un suplemento especial sobre esta nueva alternativa.
Foto: UNICEF
Para ver a corto y largo plazo los frutos de todos estos cursos, debe quedar claro que la capacitación y la formación no debe quedar en las aulas. Es necesario hacer esfuerzos especiales para que los conocimientos adquiridos en cursos sean aplicados y usados con mayor frecuencia. Para así lograr reducir la vulnerabilidad mediante varios ejes de trabajo, desarrollando políticas y estrategias (nuevas) en diversas áreas, todo esto en intensa cooperación entre gobiernos y organizaciones de la sociedad civil, instituciones regionales, organismos multilaterales y otras instancias. La clave está en (aprender a) socializar el creciente repertorio de conocimientos que se ofrecen a través de los cursos en toda la región.
Existe una razón para pensar que en las próximas décadas se verán mayores efectos del calentamiento del planeta. Es muy difícil estimar con exactitud qué pasará en qué latitudes, pero aun así, tenemos motivos de sobra para pensar que habrá más eventos climáticos extremos, así como condiciones climáticas y ecológicas que van a requerir de grandes esfuerzos de adaptación (al cambio climático). Piensen en patrones de sequía, ecosistemas cambiantes con sucesivas variaciones en ciclos de producción agrícola, etc. Los nuevos programas de formación deberán tomar en cuenta esto y proyectarse a futuro, anticipándose a posibles cambios, los cuales tendremos que saber adaptarnos como sociedad.
Al hablar de capacitación y formación, muchas veces nos olvidamos de reducción del riesgo de grupos vulnerables, a los que en numerosas ocasiones no prestamos suficiente atención como las personas con necesidades especiales. Entre ellas están los individuos con alguna discapacidad, física, intelectual, o sensorial. Deberíamos ser más conscientes sobre qué debemos saber para responder a las necesidades de estos grupos. No sólo en situaciones de desastres, sino que, debemos procurar que los marcos legales enfaticen dar acceso a la información a las personas con necesidades especiales: o sea, estamos recalcando la importancia de democratizar el acceso a la información para dichos grupos y para quienes trabajan y conviven con ellos.
Para los que piensan que estamos hablando de pocos seres humanos, tengan en cuenta que se estima que entre el 10 y 15 por ciento de la población total tiene alguna discapacidad, lo que se traduce a muchos millones de personas en los países de la Región. Si queremos democratizar verdaderamente el acceso a la información, no podemos dejar de pensar en cómo posibilitar la participación de todos los sectores de la sociedad. En Panamá, nuestra oficina regional está estudiando con el Despacho de la Primera Dama de la República, en qué forma podemos mancomunar esfuerzos en el desarrollo y la aplicación de modelos de trabajo para lograr dar mejor expresión a nuestros deseos de involucrar a las personas con necesidades especiales en la planificación, la gestión del riesgo y la respuesta.
En muchos lugares de América Latina y el Caribe existen todas las condiciones propicias para aumentar la vulnerabilidad. Deficientes regulaciones, la gestión urbana, problemas de gestión de los recursos del ambiente, la inequidad social, son todos factores que inciden para que grandes segmentos de la sociedad vivan en condiciones de pobreza en zonas ecológicamente frágiles y degradadas. Mientras estas condiciones no mejoren sustancialmente, probablemente en los años venideros sigamos viendo desastres que ocurren cíclicamente. Sin duda, la formación y la capacitación son instrumentos muy importantes para reducir la vulnerabilidad a través de varios ejes de trabajo. El establecimiento de nuevas opciones de entrenamiento debe ir de la mano con un mayor acceso a información técnica y científica sobre la reducción de desastres, procurando que se desarrollen modelos de trabajo innovadores para forjar una cultura de prevención más generalizada, así como nuevos sistemas de alerta temprana acordes a las posibilidades y condiciones locales.
Dicho lo anterior, cabe mencionar que existen numerosas maneras de lograr que los recursos humanos se formen en diversas condiciones de aprendizaje. La educación formal y semiformal son opciones necesarias y excelentes pero no son las únicas oportunidades para el aprendizaje efectivo.
El Marco de Acción de Hyogo hace hincapié en la importancia de la capacitación y la formación. En el eje prioritario III (“Utilizar los conocimientos, las innovaciones y la educación para crear una cultura de seguridad y de resiliencia a todo nivel”), se sugiere “Preparar programas de formación y enseñanza de la gestión y la reducción de los riesgos de desastre destinados a sectores específicos (planificadores del desarrollo, administradores de situaciones de emergencia, funcionarios de administraciones locales, etc.)”, la necesidad de “promover iniciativas de formación comunitarias, considerando debidamente la función que pueden desempeñar los voluntarios, con el fin de desarrollar las capacidades locales para mitigar y hacer frente a los desastres”, y también “Garantizar la igualdad de acceso de las mujeres y los grupos vulnerables a oportunidades de formación y educación adecuadas; promover la formación en los aspectos de género y cultura como parte integrante de la educación y la formación para la reducción del riesgo de desastres”.
Les deseamos una buena lectura de esta edición de su revista. |