D
Estrategia Internacional para la Reducción de Desastres
América Latina y el Caribe  

Revista EIRD Informa - América Latina y el Caribe
Número:13 -2006 -12/2006 - 11-/2005 - 10/2005 - 9/2004 - 8/2003 - 7/2003 - 6/2002 - 5/2002 - 4/2001- 3/2001 - 2/2000 - 1/2000

 

Editorial

Anterior
Contenido
Siguiente

¿Necesitaremos una visión diferente después de un año desafiante?

En la región de las Américas y también en otros lugares del mundo, el pasado año 2005 nos ha dado muchas sorpresas, y no precisamente de las mejores. Miles de personas fallecidas y millones de ellas afectadas por desastres de índoles distintas. Pérdidas económicas inmensas tanto en los países en vías de desarrollo como en las naciones de mayor poder adquisitivo.

Puede ser cierto que en años anteriores hayamos visto gran cantidad de daños por desastres y que muy pocos lugares del planeta hayan podido escaparse de ellos. Sin embargo, el tsunami del océano Índico ocurrido en los últimos días del 2004, el terremoto en Pakistán, las devastadoras tormentas tropicales en América Central, México y Estados Unidos, hacen pensar que el año 2005 fue algo fuera de lo común.

Si analizamos más a fondo y con objetividad lo que ha pasado, y si observamos con cierto detenimiento las tendencias de años anteriores, quizá surja la pregunta: ¿de verdad deberíamos estar sorprendidos del todo?

En nuestra región, es cierto que nadie esperaba una época de huracanes tan intensa. Sí, expertos habían vislumbrado una actividad mayor al promedio pero no se imaginaban tampoco que fuera a darse el mayor número de tormentas tropicales en la historia registrada. Ahora, tomando en cuenta que el 2005 fue un año sin precedentes en materia de huracanes, últimamente ha habido muchas preguntas sobre el porqué de estos desastres en la región.

No faltan quienes opinan que los muertos y los daños recientes a causa de los huracanes y tormentas tropicales se deben al calentamiento global. Sin embargo, debemos ser cuidadosos al interpretar lo ocurrido, porque aún si hubiera indicios de que existen cambios climáticos globales, no quiere decir de ninguna manera que los acontecimientos recientes se deban a dichos cambios. De hecho, sabemos con un buen grado de certeza que en el pasado los desastres de origen natural han afectado la región causando incontables daños. La Tierra es un planeta vivo con sus propios ciclos naturales que durante millones de años se han manifestado inexorablemente y que sin duda seguirán manifestándose en los millones de años venideros.


Y si a tormentas tropicales nos referimos, hay ciclos –largos y cortos– que son parte de la variabilidad climática natural. Históricamente ha habido ciclos de mayor o menor intensidad en precipitaciones, y en número y fuerza de eventos hidrometeorológicos. Parece que gran parte de la variabilidad actual se debe a estos ciclos naturales. Bien puede ser que también exista una influencia adicional –que aún no es posible cuantificar– de un cambio climático global, que podría llevar a que una mayor proporción de tormentas tropicales llegue a ser más intensa. Sin embargo, éste es un debate que todavía está lejos de resolverse y no se sabe bien cuáles serían todos los efectos que a largo plazo conlleva el cambio climático. En este sentido, en los próximos años la adaptación al cambio climático será un tema que entre varias organizaciones estará recibiendo mucha atención y que seguramente será un asunto importante para los países no sólo de América Central y el Caribe sino de muchas otras partes del mundo.

Este año pasado revela que la vulnerabilidad de las comunidades en muchas partes de la región (y en el resto del globo) es un punto crítico que debe recibir más atención de los gobiernos y organismos internacionales. Y no es únicamente un problema de los países en vías de desarrollo sino también de las naciones más solventes económicamente. En pocas palabras, los desastres recientes nos recuerdan que la vulnerabilidad no es un asunto resuelto y que la retórica no es suficiente para lograr cambios significativos.

A pesar de que en los últimos años se han logrado avances relevantes en la reducción de desastres a través del trabajo mancomunado, en muchos lugares de América Latina y del Caribe siguen existiendo condiciones propicias para que aumente la vulnerabilidad. Deficientes políticas regulatorias en varias materias, ciertas características de la gestión urbana, los problemas de gestión de los recursos del medio ambiente, la persistente inequidad social en gran cantidad de asentamientos, son todos factores que hacen que grandes segmentos de la sociedad vivan en condiciones de pobreza en lugares ecológicamente muy frágiles y dañados. Por esto, mientras no mejore esta situación, es probable que en el futuro cercano sigamos viendo que los desastres ocurren cíclicamente.

No obstante, afortunadamente también hay muchos indicios esperanzadores que nos sugieren que con voluntad y empeño podremos tener éxito. La reducción de la vulnerabilidad es un área sobre la cual adquirimos ya un buen grado de conocimiento y tenemos a nuestro alcance ejemplos documentados sobre experiencias valiosas que nos enseñan lecciones reveladoras. Es imprescindible además que se realicen esfuerzos especiales para que lo aprendido sea aplicado y utilizado con mayor frecuencia que hoy en día. De esta manera lograremos reducir la vulnerabilidad a través de varios ejes de trabajo, desarrollando políticas y estrategias (nuevas) en diversas áreas; para ello es necesaria una intensa cooperación con los países, con instituciones regionales, organismos multilaterales y otros entes.

Para generar cambios, para crear mayor conciencia, para intensificar los lazos institucionales, será muy útil facilitar el acceso a información técnica, científica y de otra índole sobre la reducción de desastres, con el fin de ayudar a que se desarrollen modelos de trabajo innovadores para crear una cultura de prevención más generalizada. También será imperativo pensar en el desarrollo de nuevos modelos para sistemas de alerta temprana, tomando en cuenta siempre las realidades, posibilidades y condiciones locales. Por supuesto, el desarrollo de nuevas tecnologías puede ser prometedor y una gran ayuda para la prevención y mitigación de desastres, pero rara vez es el único o siquiera el más importante elemento para una solución. Una visión más holística es la única forma de crear soluciones duraderas y realistas.

Quizás la enseñanza más clara que nos deja el 2005 es que existe la necesidad de trabajar de forma conjunta e interdisciplinaria para ir construyendo sociedades más resilientes. Y aunque existen distintos caminos para ir avanzando en este aspecto, quisiéramos hacer hincapié en el hecho de que la creación o bien el fortalecimiento de plataformas nacionales para la reducción de desastres pueden ser un mecanismo muy efectivo, y sobre todo sostenible a largo plazo.

 


Las plataformas nacionales se pueden concebir como un proceso dinámico que puede asumir la forma de un foro, una red o un comité, y que tiene una representación multisectorial e interdisciplinaria que promueve la agenda de reducción de desastres en un país determinado. El Marco de Hyogo para el 2005-2015: Aumento de la Resiliencia de las Naciones y las Comunidades ante los Desastres definió entre sus objetivos estratégicos el “desarrollo y fortalecimiento de las instituciones, mecanismos y capacidades para aumentar la resiliencia ante las amenazas”. En la misma línea, el Marco de Hyogo hace un llamado a las naciones a “apoyar la creación y el fortalecimiento de los mecanismos nacionales integrales, tales como las plataformas nacionales multisectoriales”.

Sí, necesitamos una visión diferente. Necesitamos que los países obtengan más y mejores elementos para buscar soluciones duraderas en la reducción de la vulnerabilidad y un mayor compromiso activo de las distintas disciplinas y sectores, para que juntos contribuyan a construir sociedades más justas y preparadas.

La Unidad Regional para América Latina y el Caribe de la EIRD/ONU cambia de sede

Luego de permanecer en la ciudad de San José, Costa Rica, durante trece años, la Unidad Regional para América Latina y el Caribe de la EIRD/ONU se muda de país a finales de enero del año 2006, y seguirá operando normalmente desde la ciudad de Panamá.

Las oficinas se encuentran ubicadas en la Ciudad del Saber, donde también se encuentran varias sedes regionales del sistema de las Naciones Unidas asi como ONG y otras instituciones.

Nuestra nueva dirección:

Estrategia Internacional para la Reducción de Desastres de la Naciones Unidas (EIRD/ONU)
Casa 843 A y B Avenida Arnoldo Cano Arosemena en el Campus de la Ciudad del Saber, Corregimiento de Ancón, Panamá
Apartado Postal: 0816-02862, Ciudad de Panamá
, Panamá

Teléfonos:(507) 317 1124, 317 1120 y 317 0775
Fax:(507) 317 0600.

Las direcciones electrónicas y sitio web permanecerán sin cambios.
Correo general:
eird@eird.org
Dave Paul Zervaas, Coordinador Regional
dzervaas@eird.org
Haris Sanahuja, Asesor Regional de Políticas
hsanahuja@eird.org
Margarita Villalobos, Oficial de Comunicación Social
margarita.villalobos@eird.org
Carola Benefico, Oficial de Programa
cbenefico@eird.org



Anterior
Contenido
Siguiente
  © ONU/EIRD