Por Robert Glasser, Representante Especial del Secretario General de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres
Ginebra, 14 de Septiembre del 2017. México ha estado trabajando por más de tres décadas en mejorar su sistema de alerta temprana y su gestión del riesgo de desastres.
Hay pocos países en el mundo que estén lo suficientemente preparados para hacer frente a un huracán y al terremoto más potente del último siglo, que llegó acompañado de una amenaza de tsunami, y todo ello en el lapso de unas pocas horas. Este nada menos fue el desafío al que se enfrentó México la semana pasada.
El jueves pasado, funcionarios del Sistema Nacional de Protección Civil de México, creado tras el terremoto de 1985 que se cobró más de 10.000 vidas, vigilaban atentamente al huracán Katia, uno de los tres huracanes recién formados en el Atlántico, cuando el país sufrió un terremoto de 8,1 que provocó olas de 3 metros en diversos lugares de la costa del Pacífico.
Unas 90 personas perdieron trágicamente la vida en los estados de Chiapas, Oaxaca y Tabasco y muchas otras sus hogares, especialmente en la ciudad de Juchitán, que quedó completamente destruida. Sin embargo, el número de afectados podría haber sido mayor de no ser por la mejora continua de los sistemas mexicanos de alerta temprana y gestión del riesgo de desastres para todas las amenazas de origen natural que se han ido estableciendo en las últimas décadas.
El terremoto de intensidad 8,1 se propagó por la Ciudad de México durante un minuto, pero la “alerta sísmica” permitió a sus habitantes contar con 86 segundos críticos para preparase ante la llegada del temblor. El epicentro estaba más alejado de la ciudad que el del terremoto de 1985, pero las consecuencias podrían haber sido mortales de no ser por las medidas adoptadas en los últimos 32 años.
Hace dos años, se activó un nuevo sistema de alerta sísmica operado a través de 8.200 altavoces, para familiarizar a los habitantes de la ciudad de México con el sonido de las alertas, que emiten avisos de terremoto con hasta 50 segundos de antelación. Las alertas también llegan a teléfonos móviles y otros dispositivos.
Para conmemorar el 30 aniversario del terremoto de 1985, la Ciudad de México y el Gobierno Federal aunaron sus esfuerzos para llevar a cabo un simulacro nacional de alerta sísmica en el que participaron alrededor de 80.000 empleados públicos, 26 organismos gubernamentales y la Policía Federal.
Los beneficios de estas medidas, junto con los avances continuados en la reubicación de poblaciones vulnerables, el fortalecimiento de los códigos de construcción y el uso de la tierra, son incalculables en términos de vidas salvadas, daños en infraestructura crítica y pérdidas económicas.
El presidente de México, Enrique Peña Nieto, ha demostrado su compromiso político con la reducción del riesgo de desastres tanto a través de los grandes medios de comunicación como de las redes sociales. Esto quedó patente hace dos años durante el paso del huracán Patricia, el huracán de mayor potencia en alcanzar la costa del Pacífico mexicano, y de nuevo durante estos últimos desastres.
El compromiso político es fundamental para disminuir las pérdidas por desastres y abordar los factores subyacentes del riesgo, desde reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, asegurar una infraestructura resiliente y unos sólidos códigos de construcción, hasta proteger los ecosistemas y atender las necesidades de las comunidades empobrecidas y vulnerables.
El huracán Katia, clasificado de categoría 1, tocó tierra el pasado viernes en Veracruz. Se reportaron dos muertes por deslizamientos de tierra y daños a miles de hectáreas de cultivos, lo cual perjudicó a las comunidades agrícolas. En el momento de redacción de esta nota, México se encuentra bajo la amenaza de la llegada del huracán Max desde el Pacífico, también de categoría 1, que podría interrumpir las tareas de recuperación del terremoto de la semana pasada.
La labor de reducción del riesgo de desastres es continua y debe ampliarse para que no esté limitada a las ciudades capitales. La reducción de la mortalidad, del número de personas afectadas por los desastres, del daño a infraestructura crítica y la contención de la cascada de pérdidas económicas, son elementos esenciales para alcanzar los objetivos a largo plazo de lograr un desarrollo sostenible y resiliente. La amenaza a la que está sometida la costa del Pacífico esta semana despeja cualquier duda a este respecto.
México, país anfitrión de la reciente Plataforma Mundial para la Reducción del Riesgo de Desastres, es un ferviente defensor de la implementación del Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres, un plan global concebido para disminuir las pérdidas ocasionadas por los desastres y de vital importancia para alcanzar con éxito los Objetivos de Desarrollo Sostenible y la aplicación del Acuerdo de París sobre cambio climático.
Ese artículo de opinión se ha reproducido con el permiso de la Fundación Thomson Reuters
*Robert Glasser es el Representante Especial del Secretario General de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres y responsable de la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres www.unisdr.org