Estrategia
Internacional para la Reducción de Desastres América Latina y el Caribe |
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EIRD Informa - América Latina y el Caribe |
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La
equidad en salud: un desafío a los preparativos En el mundo de hoy existe una considerable preocupación de los gobiernos y de la comunidad internacional para salvar las profundas diferencias injustificadas e injustas entre los grupos humanos. Sin embargo, nunca antes existió un potencial científico-técnico tan formidable ni una capacidad de generación de riqueza y de bienestar tan extraordinaria, la que pudiese estar en manos de quien verdaderamente lo necesita.(1) Importantes autores contemporáneos como John Rawls, Amartya Sen y Margaret Whitehead han dedicado grandes esfuerzos a estudiar, definir e interpretar el concepto de la equidad relacionado con la justicia social y la equidad en salud. Algunos de ellos, partiendo del supuesto de una población completamente sana, sostienen que una sociedad justa debe asegurar a sus miembros las mismas libertades básicas, garantizar que el derecho a la participación política tenga el mismo valor para todos, proporcionar formas sólidas de igualdad de oportunidades y limitar las desigualdades a aquellas que beneficien a los sectores menos favorecidos. Visto así la equidad representa, frente a la razón legal, el sentimiento de la justicia.(2) Las diferencias de género, geográficas, de edad, de etnia, de raza así como de los ingresos económicos y de la provisión de los servicios de salud, entre otras, constituyen barreras que fomentan desigualdades en la situacion de salud de los individuos. En medio de los grandes avances tecnológicos y cientificos conseguidos por la humanidad, las enfermedades transmisibles siguen siendo la causa más frecuente de muerte en el mundo de hoy dia para aquellos que viven en condiciones de marginalidad, lo que implica una creciente inequidad entre los distintos grupos de población en el plano internacional. (3) De igual manera ocurre con las desigualdades ante la producción, la distribución y consumo de los bienes que produce la sociedad junto con las desigualdades educacionales y las desigualdades culturales, entre otras. En el contexto natural con fuertes amenazas en que se desarrollan la mayoría de los desastres que se generan en los países de la Región de Las Américas, son los factores que conforman la vulnerabilidad los que finalmente determinan las posibilidades de impacto, su magnitud y recurrencia. En este sentido, la vulnerabilidad es social. Habitualmente el mayor daño de un fenómeno natural se produce en aquellos grupos de población con condiciones sociales más frágiles: economías campesinas, grupos de indígenas de las costas caribeñas y, en general, la población más marginal y excluída. Esto lleva inevitablemente a la reflexión de que las condiciones que finalmente determinan el impacto de un fenómeno adverso no son sus características absolutas de velocidad de los vientos, en caso de un huracán, o la intensidad de las lluvias sino las características sociales, económicas, ambientales, institucionales y de otra índole, que conforman definitivamente la vulnerabilidad. El actual modelo de
desarrollo totalmente depredador e insostenible que nos hace luchar cada
día por un nuevo orden económico internacional; las realidades
de una sociedad más pobre y con menos poder político; la
carencia de espacios de participación y la exclusión política
de grandes grupos de la población; la concentración de acciones
y recursos que los Gobiernos y Estados cada vez más débiles
destinan al socorro, y la ayuda internacional dedicada más a atenuar
los resultados del impacto que a la solución requerida por los
países de préstamos blandos para generar empleos y para
comprar materias primas a precios preferenciales que les permitan colocar
sus productos de exportación y mejorar sus economías, son
algunas de las premisas que matizan la situación actual en el plano
internacional. Los esfuerzos hacia la equidad deben orientarse a la inclusión de sectores tradicionalmente excluídos y ubicados en posiciones de desventaja respecto del resto de la sociedad, como es el caso de las mujeres, niños y niñas, ancianos(as), discapacitados(as), indígenas y negros. Si bien sus pérdidas en una situación de desastre son bajas en términos absolutos por su misma condición de pobreza, las pérdidas relativas son elevadas en función del impacto sobre sus condiciones de vida. (5) Ello justifica la necesidad de que los esfuerzos que se realicen se traduzcan en la institucionalización de mecanismos de participación ciudadana. Sin embargo, no se pueden eliminar las desigualdades en salud simplemente mediante la eliminación de la pobreza, pues éstas persisten aún en las sociedades que aseguran a los sectores más pobres el acceso a los servicios corrientes de salud pública, de atención médica, de ingresos mínimos y de educación sanitaria, como un gradiente de salud en todos los niveles de la jerarquía social, no sólo entre los grupos más pobres. Debemos entender el principio de la causalidad del desastre y conocer que las causas reales de su impacto son sociales, políticas, de estructura social y no producto de la casualidad o de la mala suerte. En el campo de la prevención y mitigación ante situaciones de desastres naturales o generados por el ser humano podemos y debemos trabajar todos los países para buscar oportunidades e introducir los cambios que se requieran. Estamos atravesando por una crisis económica mundial que nos afecta a todos. En el caso de los ricos, menos; a los más pobres, más. Esto hace que aunque la crisis está instalada, no es lo mismo para todos los países ni para todas las personas. (6) Por ello, a la par de los servicios médicos, deben formar parte integral del desarrollo en salud de las poblaciones: la educación, la cultura, el deporte, el mejoramiento sostenido de las condiciones de vida y todas aquellas vías de incrementar el bienestar, con vistas a reducir los efectos que producen los desastres en su aparición súbita e inesperada. En este contexto, la planificación preventiva y realista conforme a un plan previamente eslabonado, en equipo multidisciplinario, multisectorial, y con la participación de las instituciones y organismos de la comunidad, adquiere gran relevancia. En nuestro pais se han sentado las bases para el conocimiento de las amenazas y peligros potenciales a que está sometido cada territorio, cada comunidad y cada institución de salud; existe un conocimiento de la vulnerabilidad y un plan de vigilancia y capacitación de los recursos humanos. Las instituciones de salud asumen el aseguramiento médico contra desastres con grupos de especialistas multidisciplinarios y coordinados con los organismos extrasectoriales en el ámbito local, en una metodología que anticipa el cumplimiento de las medidas de alerta temprana, preparación y respuesta con el aseguramiento de las fuerzas y medios necesarios. El reciente ejemplo de la epidemia de dengue y de la infestación por el mosquito Aedes aegypti en el país, con mayor afectación en la capital, nos puso a prueba y nos sometió una vez más, a la experiencia de desarrollar acciones de salud de forma integral, en equipo interdisciplinario y en condiciones de equidad ante el riesgo, lo cual se tradujo en hacer más y no escatimar recursos ni esfuerzos en aquellas poblaciones y zonas geográficas donde mayor incidencia había, más riesgo existía, y por tanto, más se necesitaba. Con la valiosa contribución de UNICEF, OPS, DIPECHO, otros organismos de Naciones Unidas y la cooperación de organizaciones no gubernamentales, se perfecciona el enfoque integral de la prevención y la mitigación ante situaciones de desastres y se trabaja en el aprovechamiento de las capacidades científicas del más alto nivel preventivo, asistencial e investigativo del país con la misión de coordinar en un solo conjunto de conocimientos las actividades de prevención y disminución de efectos por desastres, la coordinación de las investigaciones, la organización y coordinación de los aspectos asistenciales e higiénico-epidemiológicos, la información científica y la cooperación en especial con América Latina y el Caribe, así como propiciar la preparación de los recursos humanos y establecer mecanismos permanentes de colaboración con otras entidades para el pronóstico y el socorro. En el presente se materializa el diseño de un Sistema para el monitoreo de la Equidad en Salud en nuestro pais, del cual se espera obtener de manera dinámica la alerta ante posibles desigualdades en salud, y valorarlas no sólo en términos territoriales, espaciales y grupales sino también con una perspectiva temporal, que contribuya a adoptar decisiones orientadas a preservar y a conseguir la máxima equidad en salud en Cuba. Favorecen el desarrollo de este proyecto la voluntad política del Estado para su ejecución, la existencia de información confiable y la calidad de los recursos humanos que se involucrarán en el proyecto. El enfoque integral asumido por nuestro Sistema Nacional de Salud en el campo de la prevención y de la mitigación de desastres naturales o producidos por el hombre ha significado que es posible desarrollar capacidades para la preparación, la alerta temprana y la respuesta en el enfrentamiento de este problema mundial, y nos pone en condiciones de colaborar y prestar la ayuda necesaria a los países de la región y del resto del mundo. En esta obra estamos en la mejor disposición, voluntad y empeño de conseguirlo todos juntos. Referencias bibliográficas:
Dr. Abelardo Ramírez
Márquez Dr. Guillermo Mesa
Ridel, MPhil |
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