Estrategia
Internacional para la Reducción de Desastres América Latina y el Caribe |
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EIRD Informa - América Latina y el Caribe |
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El
papel de la preparación comunitaria para desastres en el desarrollo
nacional Existe un fuerte vínculo entre la gestión de los desastres y la planificación para el desarrollo: motivadas por los mismos problemas básicos, ambas tratan de hallarles soluciones apropiadas. Las causas de los desastres incluyen la pobreza, las economías frágiles, los desplazamientos demográficos, la urbanización, el deterioro ambiental y la falta de instituciones sociales eficaces. Estos son los mismos retos que las políticas de desarrollo procuran abordar. La resolución de estos asuntos por medio de un desarrollo sano debería, por lo tanto, llevar a una disminución del riesgo y la vulnerabilidad general de la población. Resulta paradójico, por ello, que las políticas aplicadas para resolver los problemas del desarrollo a menudo agravan la frecuencia y el impacto de los desastres. Esta contradicción se debe con frecuencia a la aplicación de análisis errados por parte de los planificadores, lo que lleva inadvertidamente al diseño y la implementación de políticas inapropiadas. Estas políticas se diseñan comúnmente con base en la situación existente y procuran resolver lo que se percibe como un problema inmediato, sin prestar la atención adecuada a sus orígenes históricos: el escaso desarrollo de las zonas rurales, la economía del monocultivo, y el subsidio que brindan los trabajadores rurales a los residentes urbanos. Ello ha llevado al abandono de las zonas rurales en pos de los espejismos de la capital. Desafortunadamente, si estos factores históricos no se toman en cuenta, la situación simplemente se sigue deteriorando año tras año pese a los mejores esfuerzos del Gobierno. Al tratar de abordar este problema, las autoridades a menudo crean proyectos de generación de empleo urbano, sin prestar la debida atención a las raíces del problema. Al tratar de responder a él de manera aislada, se crea la percepción de que existen mayores oportunidades económicas en las ciudades, lo cual acelera la migración para huir de la pobreza rural. Aquellos que permanecen en las deprimidas zonas rurales, entretanto, aplican prácticas de subsistencia que involuntariamente incrementan la vulnerabilidad general de su comunidad. Por ejemplo, la corta de árboles en las laderas y riberas para obtener leña incrementa la sedimentación en las quebradas, ríos y canales de drenaje, aumentando tanto la severidad como la frecuencia de las inundaciones. Para el gestor de desastres, la migración masiva del campo a la ciudad tiene múltiples impactos. Primero, despoja a las zonas rurales del liderazgo requerido para desarrollar programas de gestión de desastres. Segundo, aumenta la vulnerabilidad de la población urbana que, enfrentada a una mayor competición por empleos y bienes raíces, se ve obligada a residir en lugares inseguros.
Desafortunadamente,
muy pocos gobiernos han encarado seriamente la necesidad de un desarrollo
integrado que alivie los problemas de las áreas rurales y reduzca
la vulnerabilidad de la población tanto rural como urbana. Y esta
situación se torna más grave conforme los Estados encuentran
más y más difícil satisfacer las necesidades de su
creciente población. Según este libreto, la gestión
de los desastres y el desarrollo comunitario terminarían sacrificados
en el altar de las políticas nacionales, al percibirse que no contribuyen
al desarrollo económico de la sociedad. La preparación comunitaria para desastres no debe verse, por ende, como una actividad meramente de formación. También puede servir como un foro eficaz para unir a la comunidad frente a problemas existentes y sentar las bases para que ésta asuma la responsabilidad por su propio desarrollo. Una parte integral del programa, es la creación de comités locales de gestión de desastres y su eventual evolución hasta convertirse en comités de desarrollo comunal. Esto se está logrando en el Caribe con la guía y colaboración de sociedades de la Cruz Roja, ministerios de Gobierno y entidades de la sociedad civil. Tal evolución ofrece la mejor oportunidad para garantizar la continuidad de las actividades de preparación para los desastres en el plano comunitario. Conforme los comités preparan e implementan planes de desarrollo, la preparación para los desastres sigue siendo parte integral de estos. Por ejemplo, la decisión de mejorar la calidad actual de las viviendas podría plantear de manera automática la cuestión de las normas de construcción segura e involucrar a los inspectores gubernamentales de edificaciones en el sector de la vivienda informal, un terreno que antes se hallaba fuera de su responsabilidad. Al pensar de esta manera, el comité local deja gradualmente de pensar en la preparación para los desastres como una actividad aislada y comienza a verla como una parte importante de la vida cotidiana. Al trabajar para fortalecer tales comités, las organizaciones no gubernamentales y los organismos de desarrollo también establecen una presencia creíble en la comunidad y sientan las bases para la expansión de sus actividades tradicionales. Este enfoque puede tener un efecto multiplicador significativo al garantizar la persistencia de la preparación para los desastres en el ámbito comunal, potenciando a la comunidad, generando un sentimiento de apropiación del programa y fortaleciendo los vínculos comunitarios. Para mayor
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