Lanzamiento
de Vivir con el Riesgo:
Un repaso mundial de iniciativas de reducción de desastres
En agosto, 2002, jerarcas
de las Naciones Unidas lanzaron un informe que repasa las iniciativas
recientes para reducir los desastres a escala planetaria, al tiempo que
clamaron por un mundo en que los sismos estremezcan los edificios mas
no las economías, los huracanes provoquen excitación pero
no tragedias, y las inundaciones empapen el paisaje sin empañar
la esperanza.
Vivir con el riesgo1 es un estudio de 400 páginas sobre las lecciones
aprendidas por los expertos y las comunidades ante las amenazas planteadas
por fenómenos naturales como las erupciones volcánicas,
los incendios silvestres, los ciclones, los aludes y los tornados, así
como los accidentes tecnológicos y el deterioro ambiental.
El reto aturde. En el último decenio, 4.777 desastres naturales
cobraron más de 880.000 vidas, afectando los hogares, la salud
y el sustento de 1.880 millones de personas y causando cerca de US$ 685
mil millones en pérdidas económicas alrededor del globo.
Los desastres actuales son a menudo generados, o al menos agravados,
por las actividades humanas, comentó en el prefacio del libro
Kofi Annan, Secretario General de las Naciones Unidas.
Al nivel más espectacular, las actividades humanas están
cambiando el equilibrio natural de la tierra, interfiriendo como nunca
antes con la atmósfera, los océanos, las capas polares,
la cubierta boscosa y los pilares naturales que convierten a nuestro mundo
en un hogar habitable, señaló el funcionario.
Pero también nos estamos poniendo en peligro de maneras menos
visibles, agregó. Nunca antes en la historia de la
humanidad han vivido tantas personas en ciudades ubicadas en zonas sísmicamente
activas. La destitución y las presiones demográficas han
hecho que más personas que nunca vivan en planicies aluviales o
en áreas predispuestas a sufrir aludes de tierra.
Vivir con el riesgo examina las lecciones del Decenio Internacional para
la Reducción de los Desastres Naturales (DIRDN), el cual concluyó
en 1999.
Las soluciones tradicionales que durante siglos protegieron a las comunidades
en varias partes del mundo contra las inundaciones, las tormentas, los
incendios o la sequía, son también materia de análisis,
así como las nuevas presiones creadas por el crecimiento explosivo
de las ciudades.
El informe estudia asimismo cómo la imaginación política
y la mejora en las comunicaciones ya ha comenzado a salvar vidas y aumentar
la esperanza de las naciones en desarrollo.
Las muertes en un terremoto no son inevitables ni mucho menos,
dijo Kenzo Oshima, Subsecretario General de la ONU para Asuntos Humanitarios.
No son los terremotos los que matan a la gente, son los edificios
inseguros. Las fuerzas naturales de la tierra son imponentes
pero
también son predecibles. Demasiadas personas han muerto trágicamente
en desastres llamados naturales porque ellos, o sus líderes,
no lograron percatarse de la amenaza y no tomaron medidas para impedir
la tragedia.
Según el funcionario, Se puede pensar en este estudio como
un punto de partida rumbo a un planeta más seguro.
El informe examina los intrincados vínculos entre el desarrollo
económico y la inseguridad ambiental. Considera, por ejemplo, cómo
la violencia aparentemente aleatoria de la naturalezaen la forma
de huracanes o terremotospuede desbaratar economías frágiles
o arrebatar a los más pobres los poquísimos recursos que
tenían.
Pero Vivir con el riesgo también evalúa cómo desastres
pequeños, menos dramáticos, siguen golpeando a las comunidades
afectadas mucho después de que han partido las cuadrillas de camarógrafos
y los organismos de socorro.
El documento insta a la incorporación de medidas sencillascomo
la evaluación del riesgo, los mecanismos de alerta y los planes
de seguridad públicaen todos los planes futuros de desarrollo.
Uno de los retos más difíciles al intentar la reducción
de desastres es que, si bien las acciones o inversiones tienen que ayudar
a resolver las necesidades inmediatas de una comunidad, deben asimismo
reducir los riesgos de una catástrofe. Esto es especialmente importante
en comunidades cuyo desarrollo es un asunto de supervivencia, comentó
Sálvano Briceño, quien encabeza la Secretaría de
la Estrategia Internacional para la Reducción de los Desastres
(EIRD).
La Secretaría de la EIRD, lanzada en el año 2000, es la
compiladora y editora de esta nueva receta para un mundo más seguro.
Por ejemplo, los sistemas de alerta temprana en zonas remotas, donde
la comunicación es escasa, podrían también servir
como un canal para emergencias normales, como accidentes o
emergencias sanitarias, dijo el funcionario.
Para Briceño, la educación es ciertamente parte de
la respuesta. Una población educada edifica una sociedad más
fuerte y segura.
En 1991, más de 139.000 personas en Bangladesh perecieron cuando
un ciclón tropical coincidió con un tsunami. Desde entonces,
los meteorólogos, los planificadores gubernamentales y los voluntarios
locales han desarrollado formas raudas, simples y baratas de advertir
a la gente que está en riesgo y reubicarla en los albergues más
cercanos.
Los tsunamis (olas gigantes) y los ciclones siguen siendo parte de las
estaciones en la bahía de Bengala, pero ahora la gente está
mejor preparada y son mucho menores las muertes.
Sin embargo, las lecciones aprendidas en una región no siempre
se aplican en otra. En 1998, el huracán Mitch dañó
hasta el 70 por ciento de la infraestructura de Honduras y Nicaragua.
Un año más tarde, el peor ciclón en 100 años
golpeó el Estado indio de Orissa, afectando a 10 veces más
personas que Mitch y destruyendo 18.000 aldeas en una sola noche.
Vivir con el riesgo sugiere un futuro diferente, dijo el Sr.
Briceño. La reducción de desastres y la lucha contra
la vulnerabilidad son las mayores gangas. Cuestan menos y salvan más
vidas, protegen el sustento y edifican un futuro mejor. La reducción
de desastres es parte del desarrollo sostenible.
El estudio de la EIRD es la ruta a un mundo mejor, en que las comunidades
coexistirán armoniosamente con el ambiente en lugar de vivir amenazadas
por los fenómenos naturales.
La experiencia de políticos, planificadores, ingenieros civiles,
banqueros, aseguradores, geólogos, meteorólogos, trabajadores
sociales, médicos y expertos en emergencias, sirve como insumos
para enriquecer el informe.
Las nuevas presiones provocadas por el calentamiento planetario producto
de la acción del hombre comparten espacio con las prácticas
simples pero eficaces de protección contra la sequía, las
inundaciones y las tormentas aplicadas desde hace siglos por comunidades
tan diversas como los incas, los aldeanos de Vietnam y los mercaderes
de Shanghai.
Debemos aprender a vivir de nuevo con la naturaleza, dijo
el Sr. Briceño.
No estoy proponiendo soluciones de alta tecnología, ni el
retorno a un mundo más simple. Lo primero está más
allá de las posibilidades de muchas economías, y lo segundo
es una fantasía. No estamos pidiendo lo imposible. Estamos, simplemente,
proponiendo que comprendamos mejor las amenazas: por qué somos
vulnerables, cuáles son los riesgos
y, con base en eso, prepararnos
y prevenir con más cuidado.
Fuente: Boletín de prensa de la EIRD, 9 de agosto del 2002.
El texto completo
de la publicación preliminar puede verse en el sitio Web www.unisdr.org
(en inglés) o www.eird.org . Si desea mayor información,
favor comuníquese con: Helena Molin Valdés, Secretaría
de la EIRD, molinvaldes@un.org
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