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VOLCAN OLVIDADO Ecuador, uno de los países del mundo con mayor número de volcanes activos, se despertó el domingo 3 de noviembre con una imprevista emergencia volcánica. No hay dinero para vigilar a todos, por eso el Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional organismo oficial de vigilancia de la actividad volcánica- no disponía de medios para monitorear adecuadamente el volcán Reventador, situado en la provincia de Napo, a 95 kilómetros al este de Quito. Después de 26 años de tranquilidad, se despertó esa madrugada del domingo con explosiones violentas que lanzaron gases, flujos piroclásticos y grandes cantidades de ceniza, que llegaron a alcanzar 16 Km. de altura. Las comunidades aledañas en las provincias de Napo y Sucumbíos empezaron a abandonar la zona sorprendidos y asustados por la magnitud de la erupción. El domingo salimos corriendo apenas vimos que empezaba a botar candela la montaña decía un ganadero de la zona del Chaco, la más próxima al volcán. Los flujos de lava cubrieron el cauce del río Maker, en las faldas del volcán, y provocaron varios deslizamientos que cortaron la principal carretera de la zona (de Quito a Lago-Agrio, la capital de Sucumbíos). Los vientos de dirección este-oeste empezaron a desplazar la ceniza hacia Quito, cubriendo todo lo que encontraban a su paso, campos, ganado, casas, ríos, depósitos de agua, etc. La población de Oyacachi, una de la más afectada indicó que a las 11 de la mañana la oscuridad era casi total. La ceniza empezó a caer sobre Quito hacia las 1:30 de la tarde, convirtiendo la ciudad en una nube gris irrespirable. Diario
El Comercio, 4 de noviembre 2002 Esa misma noche del domingo el Presidente de Ecuador declaró la zona de emergencia en las tres provincias más afectadas, Pichincha, Napo y Sucumbíos. Se suspendieron las clases en los colegios durante varios días, se cerró el aeropuerto de Quito y el lunes se paralizó toda la actividad pública y privada, debido al elevado grado de contaminación ambiental. La cantidad de ceniza suspendida en el aire llegó a niveles de riesgo para la salud (10,000 partículas por cm3, cuando lo aceptable es 400). Según datos del Instituto Geofísico cayeron un millón de toneladas de ceniza, una cantidad tres veces superior a la que expulsó el volcán Pichincha en la erupción de 1999, la última más importante que afectó al país. Por fortuna a partir del martes día 5 la lluvia contribuyó a limpiar el ambiente y reducir los riesgos de afecciones respiratorias, dermatológicas u oculares. Las autoridades públicas municipales, provinciales y nacionales se movilizaron con rapidez para evaluar la situación de las comunidades más afectadas e iniciar las medidas de asistencia. El Sistema de Naciones Unidas activó su grupo de emergencia, denominado UNETE, y se organizó una misión de evaluación en colaboración con las autoridades nacionales, que recorrió las principales zonas afectadas el día 6 de noviembre. En las primeras horas lo urgente era proveer mascarillas de protección, agua potable y medicamentos esenciales. Aunque la ceniza, y posteriormente el azufre provocaron alarma social, los daños más importantes se produjeron en el sistema productivo (agricultura y ganadería) y en los sistemas de agua potable, especialmente en las comunidades rurales, que obtienen el agua de instalaciones muy básicas y desprotegidas. En general las viviendas y la infraestructura pública sufrieron efectos muy leves. La energía eléctrica faltó durante varios días en un gran número de pueblos y comunidades.
No se registraron heridos ni muertos por causas directas del volcán. Se crearon algunos albergues, con muy pocos ocupantes (menos de 100 en total), porque casi todos los pobladores de las zonas afectadas se negaban a abandonar sus casas y su ganado. Otros se ubicaron en casas de familiares y amigos. La infraestructura de salud no dejó de funcionar, aunque en muchos casos sin disponer de electricidad ni agua potable por varios días. La lluvia en los primeros días contribuyó a contener la morbilidad de enfermedades respiratorias, pero el riesgo estaba a latente cuando el ambiente se vuelva más seco. En general se detectó la necesidad de contar con un sistema de monitoreo para la vigilancia epidemiológica. El Consejo Provincial de Pichincha envío once unidades móviles de salud para atender los posibles afectados en las zonas rurales. La caída de ceniza afectó intensamente a gran parte de los sistemas de provisión de agua, sobre todo en las zonas rurales donde la captación es abierta. En las primeras horas, muchas comunidades estuvieron consumiendo agua de vertientes naturales sin ningún tipo de tratamiento. En los días siguientes camiones cisterna les proveyeron de agua potable. Sin embargo, esta erupción ha puesto de manifiesto una vez más la extremada vulnerabilidad existente en este tema y es necesario llevar a cabo obras importantes para proteger las fuentes de captación, reserva y distribución. Igualmente, se debe mejorar la formación comunitaria para el tratamiento (con cloro) del agua. Sólo en los centros urbanos de mayor tamaño (Quito, Cayambe, Pedro Moncayo, El Quiche y otros) los problemas fueron mínimos, debido en gran parte a las medidas preventivas puestas en práctica después de otras erupciones recientes. Muy significativo es el esfuerzo que realizó la compañía de agua potable del Distrito Metropolitano de Quito, que después de la erupción del volcán Pichincha en 1999 realizó una gran inversión para cubrir y proteger el sistema, evitando que casi 2 millones de personas sufrieran ahora la contaminación del agua. Graves daños en la agricultura y la ganadería La caída de ceniza afectó amplias zonas agropecuarias y ganaderas, con impacto en los cultivos de ciclo corto, en la producción de flores y hortalizas, y sobre todo, en los pastizales para el ganado vacuno, principal fuente económica de muchas de las comunidades afectadas. Los efectos inmediatos van a ser una disminución grande de los ingresos familiares y un mayor riesgo de inseguridad alimentaría. La producción de leche presenta una sensible disminución, lo que significa un impacto enorme en las familias campesinas y pequeños productores. La preocupación mayor de estos últimos era precisamente el futuro de su actividad económica, y esperan del Gobierno apoyo económico para hacer frente a una situación que podría durar meses.
Ecuador vivió esta emergencia en medio de una transición política (la elección del presidente se realizó el 24 de noviembre) que aumentó la vulnerabilidad del Gobierno y sus instituciones para hacer frente coordinadamente a la emergencia. Según se indica en el informe de evaluación de Naciones Unidas, la coordinación en el ámbito local fue heterogénea, con muy buenos ejemplos de liderazgo y coordinación de gobiernos locales en Pedro Moncayo, Cayambe y Oyacachi, pero con mayores deficiencias por parte de las autoridades de nivel central y del Sistema Nacional de Defensa Civil. El grupo UNETE recomendaba la puesta en marcha de una completa matriz de coordinación, que defina las responsabilidades para el antes, durante y después de un fenómeno similar al vivido ahora, asignando además los recursos necesarios para las tareas de prevención, mitigación, preparación, respuesta y rehabilitación. Ecuador es un país que concentra un muestrario muy amplio de amenazas naturales o de origen humano, con niveles altos de vulnerabilidad que incrementan los riesgos de graves daños, sobre todo a las poblaciones más pobres y marginadas. Mientras se preparaba este artículo, una grave explosión ocurrió en un almacén de explosivos en un cuartel militar situado en la ciudad de Riobamba, provocando varios muertos, decenas de heridos y un gran pánico social. Cuenta en la actualidad con tres volcanes muy activos Reventador, Tungurahua y Guagua-Pichincha- y otros varios de potencial riesgo, se enfrenta a los posibles efectos de un nuevo Fenómeno de El Niño a principios del 2003, escenarios que obligan a disponer de un sistema de defensa civil fuerte y capaz de responder coordinadamente a las múltiples emergencias. El nuevo Gobierno tiene aquí un gran reto por delante.
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