Estrategia
Internacional para la Reducción de Desastres América Latina y el Caribe |
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Cuba:
Más allá de la respuesta a los huracanes Referencia obligada: El resultado de las pérdidas de vidas humanas, las afectaciones a la salud y la capacidad de recuperación tras el impacto de un huracán en Cuba, está precedido de la voluntad política del Gobierno cubano y de una labor encomiable de coordinación de los recursos del país para la protección de la población, la economía y el medio ambiente a través del Sistema de Medidas de Defensa Civil. La existencia de un cuerpo legislativo para la reducción de los desastres y su estricto cumplimiento, las inversiones básicas para el mejoramiento de las condiciones de vida de la población, el derecho a la salud, a la educación, a la cultura, a una vivienda confortable, trabajo y seguro social, la implementación de medidas estructurales (diques, presas, acueductos y alcantarillados), el desarrollo y fortalecimiento de las capacidades institucionales, en particular los servicios de vigilancia, monitoreo y alerta temprana, gestión y dirección del Sistema de Medidas de Defensa Civil, así como la participación plena de la población preparada y organizada, son aspectos fundamentales que contribuyen de manera significativa al éxito de una respuesta en nuestro país. Dos huracanes y una misma trayectoria: Dos huracanes Isidore
y Lili, sin precedentes en la historia, atravesaron con una trayectoria
muy similar el territorio de la Isla de la Juventud y Pinar del Río
con solo 10 días de diferencia entre uno y otro. El impacto: Lo que no hizo Isidore en seis horas, lo hizo Lili en dos, expresó objetivamente un damnificado a la televisión nacional. Isidore se caracterizó por el predominio de intensas lluvias dejando la escena lista para el huracán Lili, quien a diferencia de su predecesor se caracterizó por un predominio de los fuertes vientos que actuaron sobre cimientos ablandecidos y estructuras debilitadas. En general miles de viviendas, escuelas e instalaciones de salud fueron afectadas y destruidas totalmente. Algunos asentamientos costeros barridos literalmente, otros incomunicados por las severas inundaciones. El abasto de agua y los servicios de electricidad y comunicaciones sufrieron severos daños. La agricultura reportó pérdidas en varios cultivos, aves y ganado que se destinaban a la alimentación de la población. Ambos huracanes ocasionaron la pérdida de una vida humana. No hubo lesionados y heridos, incluso entre las casi 700 000 personas que fueron evacuadas a sitios seguros. Los albergados recibieron agua, alimentos y atención médica entre otras atenciones y estudiantes y miembros de la comunidad que conforman los grupos lúdicos, contribuyeron a su recreación.
La recuperación: Una vez cesado el peligro para los territorios se realizó la evaluación de daños y necesidades y ejecutaron todas las medidas de Defensa Civil previstas para la Fase Recuperativa, comenzando así las labores para volver a la normalidad. La reconstrucción de viviendas, instalaciones de salud y escuelas se iniciaron de inmediato. Estudiantes, maestros, personal de salud y la comunidad en general sus principales protagonistas. El restablecimiento del abasto de agua y los servicios de electricidad y comunicaciones fueron priorizados. Brigadas de la construcción y especializadas llegaron de otras provincias del país, solo horas después para apoyar los esfuerzos locales, restableciendo la totalidad de estos servicios en menos de un mes. Algunos tendrán que esperar un tiempo para que se construya su vivienda, la escuela de sus hijos, la panadería o el cine del barrio, pero todos tienen plena confianza en el Gobierno y la Revolución, que no los ha dejado abandonados a su suerte. Aún están vigentes en su memoria el impacto del huracán Michelle de categoría 4, en noviembre del 2001, que destruyó más de 160 000 viviendas las cuales fueron reconstruidas y construidas en menos de un año, en lugares seguros, con materiales y tecnologías adecuadas, en previsión de desastres futuros. La ayuda humanitaria internacional no fue solicitada oficialmente por el Gobierno de Cuba atendiendo a la capacidad de respuesta del país. Sin embargo fue ofrecida por Naciones Unidas, Agencias Internacionales de Cooperación y Organismos Gubernamentales y no Gubernamentales, la cual fue orientada a complementar los ingentes esfuerzos y recursos nacionales en aspectos de reconstrucción de viviendas, escuelas y otras instalaciones sociales. En nuestro caso, la manera más objetiva y eficaz de emplear estos recursos tras la ocurrencia de un desastre. Las lecciones aprendidas: Aún cuando nuestro mayor esfuerzo se dedique a la prevención del riesgo y preparación de la población en general, considerando que la relación costo beneficio de las acciones es mucho mayor, las lecciones aprendidas en esta temporada ciclónica serán incorporadas en los procesos metodológicos y de planificación para futuras respuestas, lo cual contribuirá al perfeccionamiento del Sistema de Medidas de Defensa Civil y por ende a garantizar y proteger de cualquier adversidad el disfrute pleno por nuestro pueblo de sus conquistas sociales y económicas. Nota del Autor: Un
Informe sobre los huracanes Isidore y Lili ha sido elaborado por una Misión
Interagencial de las Naciones Unidas y está disponible en Internet:
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