Procesos de recuperación posdesastres: vacíos y desafíos
La ayuda humanitaria como instrumento clave en los procesos de recuperación posdesastres, sólo podría asociarse a una inconsistencia teórico-práctica, y en el peor de los casos podría tratarse de un abordaje éticamente limitado, justamente al no atacar un problema de fondo: el vacío de un desarrollo humano sostenible.
A los profesionales o técnicos que trabajamos a favor del desarrollo y hoy día propiciando la gestión de riesgos de desastres, nos llama la atención realidades como las siguientes: muchas experiencias de la atención posdesastre del huracán Mitch en Centro América, que se marcaron con la ayuda humanitaria, situación que pudo auspiciar una cultura asistencialista y de dependencia de la bondad internacional, ante calamidades. Por otra parte, circunstancias como la citada por DELNET, en referencia a datos de la FICR “...el 60 % de las inversiones para la reconstrucción del Plan de Acciones contra Inundaciones en Bangladesch, entre 1990 y 1995, no quedó invertido en el país. Finalmente, nos encontramos que “entre los años 1991 y 2000 hubo 211 millones de afectados o muertos por desastres producidos por fenómenos naturales o bien que…en el 2000 hubo 25 millones de refugiados..., siendo este número por primera vez en la historia mayor a los ocasionado por conflictos”, ¿Qué nos está fallando?
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Foto: Plan Internacional
Más que destacar fallas en nuestro quehacer, los profesionales y técnicos de la gestión de riesgos a todos los niveles, tenemos desafíos bien claros. En primer lugar, lograr la consistencia teórica-práctica en nuestra labor gestora por la reducción de riesgos y amenazas de desastres en el mundo, de tal forma que logremos favorecer una efectiva y eficiente cultura de resiliencia internacional a las emergencias.
En segundo lugar, el sentido ético en los procesos de evaluación y presentación de propuestas ante situaciones de desastres. Se trata de propiciar, animar y hacer realidad el necesario Se trata de propiciar, animar y hacer realidad el necesario desarrollo sostenible de todos esos pueblos calificados como tercer mundo.
Por último, si se trata de animar y emprender una reconstrucción sostenible, en todo lo posible procurar la concreción de lo siguiente: en todo proceso a diseñar y a ser implementado, la primera línea de actores clave deben estar integrada por los pobladores y sus líderes; de tal manera, que la reconstrucción la asumen los afectados como propia. La organización social, técnica e institucional, como elemento sustancial que garantiza la puesta en práctica de los esfuerzos por la reconstrucción sostenible. Incorporar la labor educativa como acción prioritaria que propicie la sostenibilidad del proceso de recuperación y reconstrucción. Animar y fortalecer las capacidades locales para la negociación con sus interlocutores la ayuda no en concepto de bondades humanitarias, sino complementaria para una reconstrucción sostenible, donde los actores locales asumen y ejercen, un concepto de desarrollo humano sostenible. Otro aspecto relevante es, la concertación con los actores externos para empujar una cooperación bajo un mismo concepto y práctica, de tal forma que la sociedad no reciba mensajes o prácticas distorsionadas, incoherentes por parte de los actores de la cooperación externa.
Ante las realidades expuestas, el máximo desafío es hacer evidente una gestión para la reducción de los riesgos de desastres con la consistencia ética, técnica y humana que demanda las necesidades de las poblaciones en el mundo. Esto último, exige un alto compromiso moral.
Lic. Víctor Potosme
Director de Programas y Proyectos
Consultora para la Investigación y el Desarrollo en Nicaragua
Catedrático de la Universidad Centroamericana UCA,
Managua, Nicaragua |