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Estrategia
Internacional para la Reducción de Desastres América Latina y el Caribe |
Revista
EIRD Informa - América Latina y el Caribe |
Desastres
y Amenazas en la Region
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CEPAL Los efectos del huracán Stan en El Salvador y Guatemala
Este desastre regional mesoamericano que afectó con violencia y de forma trágica a ambos países y a México tiene, en su impacto, una expresión local. Por ello la recuperación ha de verse en al menos tres niveles:
Se destacan de manera prioritaria dos aspectos: la gestión compartida y cooperativa de biosistemas que agrupan comunidades, recursos y estructuras similares, así como la gestión territorial –en particular de las cuencas hidro-gráficas– y el potencial de reducir los montos de recursos necesarios o el costo financiero de la reducción del riesgo. En este último contexto se apunta a la necesidad de valorar hacia el futuro la gestión ambiental, como elemento estratégico para la reducción del riesgo y la valoración de servicios ambientales, como fuente de ingresos alternativos para las poblaciones ubicadas en estos biosistemas frágiles y degradados, donde las actividades productivas corrientes no sólo agotan el patrimonio ambiental sino que estarían al borde de su capacidad de sostenimiento. El apalancamiento de recursos financieros –no sólo como instrumentos anticíclicos frente a los costos de futuras emergencias– servirá para movilizar recursos de inversión que permitan emprender ambiciosas iniciativas pluri-nacionales de reducción del riesgo. Se apunta a la necesidad de potenciar instrumentos financieros, transables en los mercados internacionales. En estas iniciativas aparece como necesaria la participación de las poblaciones locales afectadas con respecto a sus diversidades etnoculturales, de género y otros.
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1. Stan fue un evento relativamente “extremo” que se suma al fenómeno estacional de lluvias, el cual en esta ocasión agravó los efectos que recurrentemente se presentan en las zonas afectadas. Los deslizamientos ocurridos en el altiplano y las inundaciones en la costa evidencian la vulnerabilidad acumulada por la gestión inapropiada de cuencas, exposición de laderas por procesos productivos y deforestación, e índices de pobreza y desarrollo humano por debajo del promedio nacional antes del desastre. 2. La respuesta en
la emergencia se vio dificultada por el aislamiento y la marginalidad
de las comunidades, parti-cularmente en el altiplano. Para ciertas
comunidades aisladas la emergencia no ha terminado. Una vez se supere ésta
se hará necesaria la preparación en prevención
para la emergencia y la restitución de los sistemas de monitoreo
y alerta temprana, en particular en la zona del altiplano que de por
sí no contaba con una adecuada red de monitoreo. Ello será más
eficaz en la medida que sea la propia comunidad, con sus patrones culturales
y conocimiento local, la que los maneje, los adopte y determine sus
mecanismos de respuesta frente a las amenazas. Si bien la necesidad
de gestión del riesgo es reconocida desde hace tiempo –dadas
las múltiples amenazas que tiene. El impacto social agravará tendencias ya presentes en la economía que frenen el avance en la mejora de los índices de desarrollo humano, eleven la dependencia de los ingresos de las remesas y lleven a consecuencias negativas sobre el tejido social: migración, marginación y presión social que afecten la seguridad ciudadana. |
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