D
Estrategia
Internacional para la Reducción de Desastres América Latina y el Caribe |
Revista
EIRD Informa - América Latina y el Caribe |
Contribuciones
|
Anterior |
¿Vulnerabilidad
de siempre? 1
Periódicamente, la vida urbana se interrumpe
por un desastre de origen natural. Las imágenes de inun-daciones,
terremotos, huracanes y otros eventos naturales destructivos nos
llegan por los medios de comunicación, y despiertan nuestro
horror, sorpresa y sentimientos de solidaridad con los afectados.
Desde hace años la comunidad científica dedica tiempo
y esfuerzo para conocerlos; estudia las posibilidades de aplicaciones
tecnológicas y colabora en las tareas de predicción
de eventos, reducción de la vul-nerabilidad de las poblaciones
y mitigación de los impactos sobre el ambiente y la sociedad. |
|
En numerosos relatos, la catástrofe, a pesar de sus efectos, ha sido relegada al olvido o a la anécdota. Un desastre de origen natural masivo sirve siempre como lupa de los comportamientos, tendencias y tensiones disimulados por la rutina. El desastre nos pone de cara a la naturaleza, a su fuerza y a nuestras posibilidades tecnológicas para mitigarlo; por otro lado, nos enfrenta a la riqueza y a la pobreza, y a las habilidades de transformar la tragedia en un negocio.
Para la región andina de Ecuador y Perú, se ha puesto en evidencia que el fenómeno es antiguo.3 En 1581 una copla anunciaba las lluvias inusualmente intensas en la parte norte costera y seca de Perú: En Trujillo y sus valles Un aspecto importante de este fenómeno son sus
consecuencias en la política. En 1460, en Perú, las sequías
asociadas al El Niño-La Niña provocaron hambres y pestes
que crearon el ambiente propicio para una crisis política en
el imperio inca. Unos años más tarde, en 1585, las lluvias
torrenciales que destruyeron Lambayaque, ciudad de la cultura moche
en Perú, provocaron el derrocamiento de su gobernador, a quien
acusaron de ser el responsable directo de tales lluvias, por haber
cambiado de sitio la estatua del fundador del pueblo.4 |
En el hemisferio norte, los registros evidencian cambios en la Corriente del Golfo de 1837 y de 1838, que hicieron que Noruega y Dinamarca estuviesen unidas, ya que se había congelado el mar alrededor de ellas. La Corriente del Golfo ha tenido otras oscilaciones, que hicieron que la temperatura durante el verano en Holanda no subiese de los 14ºC. Por esto, la preocupación por los efectos del calentamiento global que acentúa el clima extremo es legítima.5 Sin embargo, deberíamos evitar la postura del ser humano de colocarse totalmente en el centro de la escena, porque la naturaleza sigue siendo inmensamente superior y ciertos desastres de origen natural son sumamente difíciles y hasta imposibles de controlar, más allá de algunas medidas de mitigación y predicción. Recordemos que la vida estuvo al borde de extinguirse durante el período Pérmico, cuando repetidas erupciones de volcanes contaminaron el aire, la tierra y el agua, y alrededor de 95 por ciento de las especies se extinguieron. Teniendo como referencia este cambio colosal, surge una pregunta inquietante: ¿cuánto podría evitar la tecnología si una catástrofe similar aconteciese en áreas pobladas? A veces apenas podemos pronosticar y controlar los efectos negativos de desastres recurrentes, como las tormentas tropicales y los huracanes (por ejemplo, el reciente Katrina). Desde una perspectiva diferente, la fuerte preocupación política por las armas de destrucción masiva y por el terrorismo internacional, como amenaza a la vida de los habitantes de las ciudades, es enteramente lícita. No obstante, si las predicciones sobre la tendencia al clima extremo se confirman, éste causaría mucho más daño en más ciudades. Los administradores y los políticos tienen un rango de preguntas bastante particulares frente a la responsabilidad que les cabe para reducir la vulnerabilidad: ¿podemos prevenir?; ¿cómo? ¿Podemos mitigar? ¿Sirven las alertas tempranas? ¿Cuánto cuestan estos sistemas? Estas últimas parecieran ser las más frecuentes por tener ciertas aplicaciones, como es el caso de las imágenes satelitales para las tormentas tropicales, los huracanes o los tifones. Japón, por ejemplo, cuenta con un sistema de alerta temprana que le permite un nivel aceptable de pronóstico sobre tsunamis. Sin embargo, se ha destacado que la imple-mentación de sistemas de alerta es un paso al que debe seguir un costoso sistema de mantenimiento y un plan de emergencia conocido por la población (ninguna práctica de alerta sirve si la población ignora cómo comportarse). |
Igualmente, una obra de ingeniería es una respuesta desde el conocimiento científico y tecnológico, al que debe sumarse la respuesta social en términos de educación y de participación. Las medidas de prevención y reducción de la vulnerabilidad deben involucrar así a los que serán afectados. Hasta hoy, los planes giran más en torno a cómo actuar durante la emergencia. El rescate y la asistencia, sin dudas, son cruciales; pero esto por sí solo no alcanza. También se debe salvar la infraestructura urbana sobre la cual se hace viable la actividad cotidiana, de lo contrario, los daños serán pagados con impuestos, habrá más endeudamiento y se revertirá con saldo negativo sobre los sectores más pobres. La reducción de la vulnerabilidad es, en más
de un sentido,
|
Anterior |
© ONU/EIRD |