Por: Sophie Hares
CIUDAD DE PANAMÁ, Panamá, 11 de octubre de 2019. Cuando a principios de este año la sequía que se experimentó redujo el nivel del agua en el Canal de Panamá, se empezó a tomar medidas para limitar la cantidad de carga permitida a lo largo de los 80 kilómetros de vías navegables, manteniendo así el flujo comercial, pero al mismo tiempo protegiendo el suministro de agua dulce para las comunidades cercanas.
Johnny Cuevas, gerente de recursos hídricos de la Autoridad del Canal de Panamá (ACP), que a menudo lleva a cabo simulacros de evacuación en caso de inundaciones en los poblados cercanos, afirmó que los fenómenos meteorológicos cada vez más extremos hacen que sea más difícil predecir los niveles de agua en el canal, el cual también corre el riesgo de experimentar tormentas severas e inundaciones.
El Sr. Cuevas también manifestó lo siguiente: "El cambio climático afecta muy duramente el Canal de Panamá: en la época lluviosa se inunda y en la estación seca experimenta evaporación". Él también señaló que ya se está en la búsqueda de nuevas fuentes hídricas para el sediento canal, el cual perdió la suma de $40 millones de dólares estadounidenses durante la sequía que originó el fenómeno de El Niño en el período 2015-2016.
"Es esencial salvaguardar a las personas y la integridad de la estructura y la infraestructura".
Diversos expertos prevén que durante los próximos 20 años se erigirán más infraestructuras que durante los últimos 2 000 años, por lo que el hecho de velar por que las nuevas construcciones sean resilientes es un elemento esencial.
Aparte de las nuevas y costosas infraestructuras, también existe la creciente necesidad de reacondicionar estructuras más viejas y con mayores riesgos, desde puentes y hospitales hasta infraestructuras para el abastecimiento de agua, a fin de velar por que puedan perdurar, mientras se experimenta un gran crecimiento de la población urbana.
La reducción de los daños que ocasionan los desastres en las infraestructuras vitales y la interrupción de los servicios básicos (Meta D del Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres 2015-2030) será el aspecto central del Día Internacional para la Reducción del Riesgo de Desastres, que promueve la Oficina de Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNDRR) y que se celebrará el próximo 13 de octubre.
La región de las Américas resultó duramente afectada por 8 de los 10 desastres meteorológicos más costosos que ocurrieron entre 1998 y 2017, por lo que se sitúa a la cabeza cuando se trata de eventos climáticos extremos. Todo esto aumenta la necesidad de proteger infraestructuras claves como el Canal de Panamá, mediante el cual pasa el 5% del comercio mundial.
Si embargo, durante mucho tiempo, las inversiones en infraestructura en América Latina y el Caribe se han quedado rezagadas, lo cual ha desencadenado efectos en cadena tanto en las condiciones de vida como en los medios de sustento. El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) afirma que la región presenta una brecha de unos $150.000 millones en inversiones en infraestructura y por lo general la calidad de esta no se encuentra a la altura.
Pero también hay puntos positivos.
UN ALTO PRECIO
A pesar de la destrucción que originó el huracán Dorian en las Bahamas en agosto anterior, según lo explicó Ronald Jackson, director ejecutivo de la Agencia Caribeña para la Gestión de Emergencias y Desastres, muchas de sus infraestructuras vitales, como clínicas y carreteras, quedaron relativamente intactas.
El Sr. Jackson también indicó que el sólido cumplimiento de las normas y los códigos de construcción contribuyó a proteger infraestructuras públicas durante la tormenta de categoría 5, mientras que la devastación de barrios enteros en la Isla de Gran Ábaco mostró el alto precio que pagaron las familias pobres que no pudieron sufragar los costos necesarios para fortalecer sus viviendas.
Él explicó que, si bien todavía hay mucho por hacer para mejorar, proteger y reacondicionar las infraestructuras, hay algunas opciones asequibles de financiamiento para las naciones caribeñas, las cuales están sumamente endeudadas y están luchando para sufragar hasta sus gastos cotidianos.
Diversas infraestructuras ecológicas (o verdes), como fuentes de energía renovable y micro-redes, podrían ayudar a que las comunidades, especialmente las más remotas, sean más resilientes. Sin embargo, según lo aseveró el Sr. Jackson, los costos iniciales para la puesta en marcha de este tipo de proyectos no permite que estén al alcance de la mayoría.
El funcionario también dijo lo siguiente: "Definitivamente se está centrando la atención en la forma en que las tecnologías más ecológicas (verdes) pueden ayudar a que estas áreas de infraestructuras sean más resilientes".
"El reto radica en la forma en que esto se financiará, dado el perfil actual de deudas de estos países".
Debido a los altos costos impuestos a las infraestructuras resilientes del futuro, ha surgido una creciente presión para que los gobiernos trabajen más de cerca con diversas empresas, a fin de que estas ayuden a sufragar los costos.
Aris Papadopoulos, miembro de la junta directiva global de la Alianza del Sector Privado para Sociedades Resilientes a los Desastres (ARISE, por sus siglas en inglés), señaló que el sector privado se está mostrando cada vez más proactivo y está tomando en cuenta los niveles de amenazas en sus inversiones, en especial cuando se trata de infraestructuras. Él también explicó que las empresas tienen gran interés en esto. Las telecomunicaciones, los puertos, las carreteras y los sistemas ferroviarios resilientes son esenciales para cerciorarse de que las cadenas de suministro permanezcan intactas y las empresas y los negocios se recuperen rápidamente después de un desastre.
El Sr. Papadopoulos manifestó que "el tamaño del problema y su complejidad son demasiado grandes como para que un solo grupo lo aborde", añadiendo que "deseamos asegurarnos de que las nuevas inversiones que se están realizando sean resilientes. Esto es mucho más económico".
Él también afirmó que, si bien los panoramas varían, las infraestructuras son similares en todo el mundo, lo que significa que con frecuencia se pueden aplicar soluciones amplias.
"No tenemos que reinventar la rueda en cada país; podemos aprender mutuamente", concluyó el Sr. Papadopoulos.