La participación de las empresas y los negocios para reducir el riesgo de desastres

Por Mami Mizutori, Representante Especial del Secretario General para la Reducción del Riesgo de Desastres

Desde pequeñas empresas familiares hasta gigantescas multinacionales, a menudo, los negocios son los más afectados por los desastres, pues estos contraen sus finanzas y reducen su rentabilidad, o los obligan a cerrar sus puertas por completo.

Pero, si bien las empresas tienen mucho que perder, también tienen mucho que ofrecer, por lo que es esencial hacer partícipe de mejor forma al sector privado, si deseamos reducir el riesgo de desastres y velar por que nuestras ciudades, que están creciendo a un ritmo acelerado, puedan ser resilientes.

Para avanzar en la materialización de las metas del Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres, con relación a la reducción de las pérdidas económicas, los daños a infraestructuras críticas y la interrupción de servicios básicos, es necesario lograr que haya puntos coincidentes en las posturas del sector público y del privado.

Y a medida que el cambio climático va incrementando la intensidad y el impacto de eventos meteorológicos extremos y devastadores, desde huracanes hasta inundaciones y sequías, también va aumentando el grado de presión.

Desde el inicio de este siglo, se calcula que los desastres mundiales han costado la asombrosa cifra de $2.500 billones de dólares estadounidenses. En el caso de algunos países de bajos ingresos, los desastres pueden ocasionar pérdidas hasta en un 100% de sus productos internos brutos (PIB) y pueden transcurrir hasta varios años para que logren recuperarse.

En la mayoría de los casos, se pasa la factura al sector privado por los costos cada vez mayores que ocasionan los desastres.

Por ejemplo, durante las inundaciones que ocurrieron en Tailandia en 2011, el sector privado asumió más del 90% de las enormes pérdidas ocasionadas, las cuales equivalieron al 5% del PIB del país.

Cuando se trata de inversiones en general, hasta un 85% de estas proviene del sector privado, lo que significa que automáticamente las empresas desempeñan una función esencial en la forma en que se crea y se evita el riesgo, especialmente en zonas urbanas expuestas a diversas amenazas.

Por sí mismos, los gobiernos nunca podrían lograr efectuar inversiones en infraestructura por la exorbitante cantidad de $90.000 billones de dólares estadounidenses que la Comisión Global sobre la Economía y el Clima considera que se necesitarán para 2040. Por ello, debemos cerciorarnos de que las inversiones del sector privado estén orientadas en función del riesgo y sean resilientes.

Al mismo tiempo, necesitamos asegurarnos que los proyectos de infraestructura no aumenten la existencia o incluso creen un nuevo riesgo.

En UNDRR, hemos dado un enorme paso para aprovechar, hacer partícipe y cooperar de mejor forma con el sector privado mediante la creación en 2015 de nuestra alianza con este denominada ARISE, la cual está creciendo rápidamente y creando nuevas redes en todo el mundo.

Desde India hasta los Estados Unidos de América y México, las empresas y los negocios que son miembros de ARISE están trabajando para incentivar las inversiones que a largo plazo reduzcan el riesgo de desastres y aumentan la resiliencia, así como que tengan formas de "reconstruir mejor".

La forma en que el sector privado puede ayudar a aumentar la "resiliencia para todos" es a través del reciente foro de ARISE que se celebró en la Ciudad de México el 29 y el 30 de octubre, fechas en las que un grupo de ejecutivos, expertos en la reducción del riesgo de desastres y en protección civil se reunió para plantear formas de reducir el impacto que generan los desastres.

México es el país más expuesto a desastres en América Latina y, a la fecha, más de 150 empresas, tales como una de las gigantes en la industria del cemento CEMEX, la empresa de envíos UPS y la aseguradora AXA, se han integrado a la red de este país.

Benjamín Laniado, miembro de ARISE en México y fundador de CADENA,  una asociación civil sin fines de lucro dedicada a la prevención y asistencia en emergencias y desastres alrededor del mundo, afirmó que las empresas más grandes del país están tomando muy en serio la reducción del riesgo de destres, a fin de proteger sus cadenas de suministro y sus instalaciones, así como sus trabajadores y comunidades.

Muchas de las empresas más grandes del país también están financiando programas para ayudar a las comunidades afectadas por los desastres a que se recuperen, reconstruyan y se preparen mejor para enfrentar choques futuros.

Para organizaciones como CADENA, este financiamiento fue esencial para sus labores después de los terremotos de setiembre de 2017, cuando sus equipos lograron rescatar a diversas personas de los escombros, instaurar 4.000 albergues de emergencia y ayudar a las comunidades devastadas a realizar tareas de reconstrucción.

Pero tal como sucede en muchos países, en México todavía es necesario buscar formas más creativas de hacer partícipes a miles de pequeñas empresas que no consideran que tienen el dinero o la necesidad de invertir en la protección de sus negocios y empleados.

Si bien consideramos que es esencial invertir en infraestructura de bajo riesgo, así como en hogares y comunidades resilientes, también debemos buscar formas asequibles de usar los mercados financieros para asegurar y proteger estas inversiones contra desastres futuros.

Hasta ahora, hemos observado hechos muy positivos al respecto.

México ha establecido los denominados bonos de catástrofe que transfieren el riesgo a mercados de capital, mientras que el Mecanismo de Seguros contra Riesgos del Caribe es el primer sistema paramétrico a nivel regional que permite que los países agrupen sus primas.

Con frecuencia, hemos observado que hay pocos desincentivos para invertir en áreas propensas a amenazas cuando el gobierno actúa como asegurador de último recurso y se encarga de lidiar con las consecuencias, por lo que los mercados son actores muy importantes.

El hecho de velar por que nuestras ciudades futuras ese mantengan informadas sobre el riesgo y sean resilientes será una batalla muy costosa y difícil. Por ello, debemos buscar formas de aprovechar mejor la experiencia y los recursos del sector privado para reducir el riesgo de desastres. Y tanto los negocios y las empresas como las comunidades

 

 

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