Por: Naciones Unidas
13 de octubre de 2019
A lo largo de mi vida y de mi carrera, he visitado muchas comunidades afectadas por fenómenos meteorológicos extremos y otros peligros naturales.
Desde el Pacífico Sur hasta Mozambique, pasando por el Caribe y otros lugares, he visto el impacto de la emergencia climática en las comunidades vulnerables, que es devastador y altera sus vidas.
Los desastres infligen sufrimientos atroces y pueden acabar en un instante con decenios de avances en materia de desarrollo.
En la próxima década, el mundo invertirá billones de dólares en nuevas viviendas, escuelas, hospitales y otras infraestructuras. La resiliencia ante el clima y la reducción del riesgo de desastres deben ser elementos centrales de esas inversiones.
Hay un sólido argumento económico a favor de estas medidas: hacer que las infraestructuras sean más resilientes ante el clima puede tener una relación costo-beneficio de aproximadamente seis a uno: por cada dólar invertido, se pueden ahorrar seis dólares.
Ello quiere decir que invertir en la resistencia ante el clima crea puestos de trabajo y ahorra dinero.
Y es lo correcto: puede mitigar y prevenir el sufrimiento humano.
Me siento alentado por la oleada mundial de apoyo público a la acción climática urgente y por los numerosos compromisos contraídos en la reciente Cumbre sobre la Acción Climática.
Ahora todos debemos centrarnos en unos objetivos más ambiciosos. Hago un llamamiento al mundo para que aumente sus inversiones para 2020 y vele por que la reducción del riesgo de desastres ocupe un lugar central en el Decenio de Acción.
Hagamos lo que esté en nuestra mano para que se persigan objetivos más ambiciosos en relación con la acción climática y la reducción del riesgo de desastres, así como en todos nuestros esfuerzos por alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
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