Los huaycos que cayeron sobre las poblaciones de la carretera central del Perú el 15 de febrero del 2009 constituyen un fenómeno extremadamente recurrente pero del cual podríamos extraer algunas lecciones preliminares. Estos fenómenos que ocurren casi todos los años entre los meses de diciembre y abril tienen como causas principales la accidentada topografía en una franja del territorio nacional en donde en unos pocos kilómetros se pasa de menos de mil metros sobre el nivel del mar a más de tres mil y, en donde lo normal es que se produzcan lluvias relativamente moderadas, propias de la sierra. Sin embargo, también pueden producirse cada 10 ó 15 años fenómenos meteorológicos que determinan el trasvase de las nubes procedentes de la selva y que devienen en fuertes lluvias localizadas justamente en las partes altas de las quebradas que desembocan en los pueblos ubicados cerca de las riberas de los ríos. Estas lluvias caen sobre grandes masas de rocas en proceso de fragmentación y muy inestables, provocando que se deslicen desde los cerros a los cauces e impacten en los centros poblados.
Los huaycos que más se recuerdan habían correspondido con el fenómeno El Niño como fueron los de 1925, 1983 , 1987 y 1998. Los huaycos de este año se dan en un contexto diferente, donde El Niño está ausente. En 1925, el caudal del río Rímac llegó a su máximo histórico debido a los huaycos (500 m3/seg) e inundó muchas zonas de la actual Lima Metropolitana. En 1983, los huaycos provocaron gran destrucción de centenares de viviendas a lo largo de la carretera central y sepultaron varios pueblos, e incluso el centro recreacional “Las Quiscas” en Santa Eulalia.
En 1987, un fenómeno de El Niño coincidió con la ocurrencia de siete grandes huaycos en Chosica, sepultando 500 viviendas y causando la desaparición de dos centenares de personas; las calles de Chosica, incluida la carretera central estaban llenas de lodo y rocas algunas del tamaño de una habitación. En El Pedregal, la zona que fuera más desvastada, hasta hace poco pudimos visitar viviendas reconstruidas por los pobladores encima de las sepultadas que servían en algunos casos de sótano.
En todos los desastres referidos se habló de la falta de prevención. Sólo a raíz de lo ocurrido en 1987 se produjo un cambio radical. Hoy existen evidencias de que las obras de prevención ejecutadas en la década pasada han limitado los efectos destructores de tales fenómenos. Primero porque el caudal del río Rímac el día domingo 15 de febrero (97m3/seg) resultó ser mayor que el del 3 de marzo de 1994 (92m3/seg), que provocó las inundaciones del puerto del Callao destruyendo 427 viviendas, afectando instalaciones industriales y a cerca de 10 mil personas. Esto se explica por las obras de defensa ribereña ejecutadas desde 1989 y el mantenimiento del cauce en la zona del Callao. Segundo porque los huaycos en las quebradas de Chosica (Quirio y Pedregal) han arrastrado rocas de menor dimensión y a menor velocidad que en 1987 debido al funcionamiento de los diques de regulación de cauce construidos por el municipio, PREDES y el Ministerio de Transporte entre 1990 y 1999. Hoy lamentamos la desaparición de tres personas y medio centenar de viviendas afectadas ante huaycos de similares proporciones, pero el desastre pudo ser similar o mayor al de 1987.
Pero no solo fueron las obras de prevención las que dotaron de seguridad a los pueblos de Chosica en la década pasada; entonces los dirigentes de los pueblos se adelantaban a la ocurrencia de las lluvias y llamaban a los medios de comunicación para demandar las obras de prevención; la participación de las comunidades se daba tanto en las faenas comunales como en los acuerdos sobre las medidas por tomar; la empresa de electricidad condicionó las instalaciones domiciliarias a la ubicación en zonas seguras; los medios de comunicación denunciaron la ocupación de terrenos en los cauces para fines de vivienda y las urbanizadoras inescrupulosas fueron enjuiciadas por el INDECI Instituto Nacional de Defensa Civil; y existía una activa vigilancia ciudadana que permitió denunciar la corrupción en algunas obras de defensa ribereña.
Todo lo anterior llevó a que Chosica sea reconocida como un ejemplo de cómo la comunidad podía prevenir los desastres, lo que fue difundido por Naciones Unidas en la Conferencia Mundial de Yokohama en 1994.
Hoy la situación se torna particularmente riesgosa porque existen evidencias de que los diques ya han cumplido su función y no se han ejecutado suficientemente obras complementarias. Esto nos hace pensar que de suceder nuevos huaycos podríamos lamentar una destrucción cada vez mayor. Adicionalmente, las cárcavas en las laderas contiguas a los centros poblados no han sido tratadas hace muchos años e incluso se han instalado nuevas viviendas y no están suficientemente protegidos los reservorios y canales ubicados encima de los pueblos.
La organización de la comunidad se ha debilitado en lo que refiere a la defensa civil y no se evidencia la capacidad de respuesta de las organizaciones e instituciones. El llamado a la organización de la población para tener sus sistemas de alerta y sus rutas y zonas de evacuación es acertado; sin embargo estas medidas serían de mucha más efectividad si la población y las instituciones se hubieran preparado con la debida anticipación y la reducción de los riesgos estuviera incorporada en los planes y presupuestos de las diferentes instituciones públicas y privadas. El gran reto ahora es el actuar en la emergencia, pero reconociendo que la prevención del pasado ya cumplió su función y por tanto requerimos retomar nuevas políticas y estrategias para reducir los riesgos.
Para mayor información:
Pedro Ferradas
Gerente del Programa de Prevención de Desastres y Gobernabilidad Local.
Soluciones Prácticas ITDG.
pferradas@itdg.org.pe