Cuando al cuerpo humano se le expone a determinados excesos, por ejemplo: de alimentación, de drogas, de tensiones emocionales e incluso de ejercicio físico, puede responder con ciertas alteraciones que tarde o temprano desembocarán en enfermedades. Lo que nunca sabremos es el momento exacto de la aparición de estos males, ni cuál será su magnitud, ni cuando perderemos la vida por su causa. Lo único de lo que estamos ciertos es que de continuar con esos excesos algo negativo seguramente nos resultará.
Pero aún estando conscientes de los posibles efectos que nuestro cuerpo puede experimentar, muchos de los cuales son irreversibles; continuamos con los excesos a veces, incluso, después de escuchar las advertencias de profesionales, y siempre albergamos la esperanza de que a nosotros nada nos sucederá.
Pues bien, algo similar le está pasando a la Tierra: las diferentes actividades del hombre que han causado la deforestación, la contaminación del aire y la del agua, entre otros males, están enfermando de manera paulatina a nuestro planeta. Y ya se habla de un cambio climático que trae aparejados diversos males. En los últimos años hemos escuchado con mayor frecuencia de algunos efectos que se le atribuyen.
Esos cambios son: elevación del mar y desaparición de zonas costeras, calores y sequías más intensos, abundancia de agua e inundaciones, desaparición de zonas cultivables, migración de insectos y aparición de virus en zonas donde antes no sobrevivían, fenómenos atmosféricos más severos, desaparición de glaciares, mayor contaminación y pugnas entre los seres humanos por el agua.
¿Pero realmente lo que estamos viviendo es el cambio climático? Quizás, aún no se pueda precisar con toda claridad, pero lo que sí sabemos es que algo ya le está pasando al planeta, y posiblemente algo más grave le pueda pasar en las próximas décadas; pero albergamos la esperanza de que nada ocurrirá, y así seguimos deforestando, quemando bosques, matando especies de animales protegidas, tirando basura, vertiendo sustancias nocivas en ríos y mares, contaminando el aire e incrementando los gases de tipo invernadero.
En Veracruz, actualmente, los medios de comunicación dan cuenta de los daños que ocasionan los fenómenos meteorológicos cada vez con mayor precisión y prontitud, y afirman que, diariamente, las lluvias son más intensas, y que tales precipitaciones no ocurrían desde hace 30 ó 50 años. Sin embargo, al revisar la estadística climatológica podemos observar que lluvias de esta misma intensidad ya se daban muchos años atrás, pero, lo que sí es cierto, es que ahora ocasionan daños más severos, y entonces es cuando nos preguntamos qué está pasando: acaso será porque somos más habitantes, o porque obstruimos los cauces de los ríos, o porque construimos nuestros hogares en las márgenes de las corrientes o en zonas inapropiadas que a la menor precipitación se inundan, o porque construimos casas en laderas que ante lluvias moderadas y continuas se deslavan porque ya no hay árboles que retengan las tierras o porque existe baja planeación en el desarrollos de los centros urbanos.
Vale pues, la pena preguntarse ¿qué es lo que verdaderamente está pasando?, ¿efectivamente ya es el cambio climático?, y si no es así, ¿qué nos espera cuando realmente el cambio climático se haga presente.
Ante todo ello, como sociedad debemos frenar un momento y reconsiderar todas las acciones que estamos realizando en contra de la Tierra y de nosotros mismos, ya lo dice un refrán “Dios perdona siempre, el hombre algunas veces, pero la naturaleza nunca”. Lo que ahora estamos viviendo podría ser nada, en comparación a lo que nos pudiera pasar cuando el cambio climático esté en su plenitud.
Si bien, es cierto que el gobierno debe ser el líder para llevar a cabo las acciones que apoyen a mitigar y/o frenar el cambio climático, no menos cierto, es que todos nosotros, como una sociedad unida, tenemos un deber ineludible: respetar la naturaleza.
Para mayor información:
José Llanos Arias
Organismo de Cuenca Golfo Centro
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