Desde tiempos ancestrales los desastres, sean naturales o antrópicos, han incidido considerablemente en la historia de la humanidad y constituyen una de las amenazas más grandes y latentes que enfrentan los seres humanos. De acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (cepal), un desastre “es un evento, generalmente repentino e imprevisto, que ocasiona daños, pérdidas y paralización temporal de las actividades en un área determinada y que afecta a una parte importante de la población”. Los desastres naturales refieren a la ocurrencia de fenómenos geodinámicos, hidrológicos, atmosféricos y biológicos; mientras que los antrópicos aluden a sucesos tecnológicos, antropogénicos y contaminantes.
Conocer la incidencia e impacto de los desastres favorece la creación de políticas públicas que contribuyan a mitigar los efectos socioeconómicos de dichos fenómenos. Por ello, desde hace más de 25 años, la Organización de las Naciones Unidas (onu) —a través de la cepal— ha desarrollado y aplicado una metodología para la evaluación de tales efectos. Gracias a ella, se han realizado diversos diagnósticos que dan cuenta de los daños y pérdidas provocados por fenómenos naturales extremos en los países de América Latina y el Caribe.
Debido a que la cepal sólo realiza la evaluación socioeconómica a solicitud de los gobiernos y que estas únicamente analizan un evento en específico, la cifra real de los daños humanos y materiales causados anualmente por desastres no se conoce con exactitud en ningún país. Por tal razón, desde 1999 se realiza en México, a través del Centro Nacional de Prevención de Desastres (cenapred), una evaluación anual de los desastres fundamentada en la metodología de la cepal.
Esta labor se ve reflejada en la serie Características e impacto socioeconómico de los principales desastres en la República Mexicana; la cual consta actualmente de diez números. Este compendio, además de ofrecer información relativa a la historia de los desastres en nuestro país, concentra estadísticas sobre las perdidas humanas y económicas provocadas por estos fenómenos. Asimismo, recoge las experiencias de cada región sobre la atención de la emergencia y enumera las particularidades de cada fenómeno. Cabe mencionar que estos ejemplares no sólo recuperan los desastres más significativos —como el sismo de 1985 en la Ciudad de México—, sino que además reúnen los de mediana y pequeña intensidad, que en conjunto llegan a provocar mayores afectaciones.
Figura 1. Muertes por tipo de fenómeno 2000-2008
Por dar ejemplo, en 2008 no se registraron desastres de grandes dimensiones como las inundaciones acaecidas en Hidalgo, Puebla, Veracruz y Tabasco en 1999, el ciclón tropical Isidore en 2002, los huracanes Emily, Stan y Wilma en 2005 o las inundaciones de Tabasco en 2007; pero se registraron alrededor de 30 catástrofes con impactos focalizados que superaron, cada una, los cien millones de pesos. Así, el monto de daños osciló en 1,275 millones de dólares, colocando a 2008 como el tercer año que mayores pérdidas económicas ha padecido nuestro país en la última década, a consecuencia de desastres de origen hidrometeorológico.
Este importante acervo permite realizar análisis comparativos del impacto socioeconómico de los desastres más recientes con los ocurridos en décadas anteriores. Por ejemplo, durante el período 1980-1999 los desastres naturales causaron, en promedio, 506 muertos y 701 millones de dólares al año; mientras que en los últimos nueve años (2000-2008), el número de muertes disminuyó a 176 y las pérdidas económicas prácticamente se triplicaron.
La reducción del número de víctimas es producto de la instauración del Sistema de Alerta Temprana para Ciclones Tropicales (siat-ct) en 2000; pero el incremento de las pérdidas y perjuicios posiblemente obedece a dos factores en especial: al aumento de sistemas expuestos y de la intensidad e incidencia de los fenómenos naturales, resultado del cambio climático.
Figura 2. Muertes por tipo de fenómeno 2000-2008
Otra de las ventajas que otorga el contar con un registro sistemático del impacto de los desastres, es que permite ubicar cuáles son los que afectan más a determinados sectores. Por ejemplo, se aprecia que la actividad agrícola es de los más expuestos al impacto de ciclones tropicales, debido a los fuertes vientos y a la cantidad de agua que provocan la pérdida de miles de hectáreas de diferentes cultivos. De igual forma, las inundaciones en zonas urbanas golpean recurrentemente al sector vivienda y a la infraestructura de comunicaciones y transportes.
Al realizar un análisis retrospectivo de las muertes ocasionadas por desastres en los últimos nueve años, se observa que los eventos de origen hidrometeorológico son los causantes de la mayor cantidad, máxime las lluvias intensas y temperaturas extremas (Figura 1). De igual forma, se percibe que los meses de septiembre y octubre son, históricamente, los que registran los índices más altos de decesos, debido a la incidencia de ciclones tropicales y lluvias extremas. (Ver figura 2)
Los desastres que más afectaciones han causado e impactado a nuestro país son, por un lado, los sismos de septiembre de 1985, los cuales ocasionaron la muerte de al menos seis mil personas y la pérdida de miles de millones de pesos por los daños provocados. Las inundaciones ocurridas en Tabasco en 2007, son consideradas el segundo desastre más costoso en la historia inmediata del país; afortunadamente, estas no cobraron la vida de ninguna persona gracias a los avances en materia de protección civil, tanto en el ámbito de la prevención cuanto en el de atención a la emergencia.
Otra de las ventajas que tiene el llevar un registro sistemático del impacto que ocasionan los desastres es ubicar cuáles son los que afectan más a cada uno de los sectores. Por ejemplo, a través de los años se ha podido observar que el sector agrícola es de los más expuestos ante el impacto de ciclones tropicales, debido a los fuertes vientos y a la gran cantidad de agua que ocasionan la pérdida de miles de hectáreas de diferentes cultivos. De igual forma, las inundaciones en zonas urbanas impactan recurrentemente al sector vivienda y a la infraestructura de comunicaciones y transportes.
Los gobiernos de los diferentes países deben entender a la evaluación socioeconómica de los desastres como una herramienta fundamental para:
Karla M. Méndez Estrada
Centro Nacional de Prevención de Desastres, México
Investigadora del área de estudios económicos y sociales
karla@cenapred.unam.mx
Rafael Marín Cambranis
Centro Nacional de Prevención de Desastres, México
Investigador del área de estudios económicos y sociales
rafael@cenapred.unam.mx