Foto: © G. Trasmonte
Desde el punto de vista agronómico, la helada es un proceso físico natural de enfriamiento extremo del sistema aire/suelo, que puede llegar a valores cercanos a 0º C, en el cual los tejidos de las plantas o cultivos comienzan a sufrir daño. Las heladas, especialmente las de tipo radiativo, son bastantes frecuentes en los valles interandinos, particularmente en los meses de invierno (junio a agosto), debido a que en dichas zonas y épocas se configuran las condiciones físicas “más favorables” (altura, morfología, clima) para su surgimiento, desarrollo y extensión, por lo que la agricultura en esa zona es una actividad de alto riesgo climático o meteorológico, no sólo por la helada sino por otros eventos adversos que también ocurren y a veces se refuerzan entre sí, como son: sequías, granizadas, veranillos, etc.
En el valle del río Mantaro (700 Km2 de área aproximada, y alturas entre 3,100 y 3,400 m.s.n.m ) de la sierra central peruana, una de las mayores preocupaciones de los agricultores son las grandes pérdidas productivas en sus cultivos, debido a la recurrente presencia de heladas, aún en los meses de verano en el pico de la estación de lluvias. Se ha encontrado, por ejemplo, que existe la probabilidad de un evento importante de heladas cada cinco años entre los meses de enero a marzo, cuando la sensibilidad de los cultivos en desarrollo es la más alta y los impactos económicos de una helada fuerte, como la ocurrida el 17 de febrero del 2007, pueden ocasionar pérdidas millonarias para miles de agricultores.
En este contexto y como parte de una investigación de tesis de maestría, se realizó una evaluación de impactos, vulnerabilidad y gestión del riesgo de los agricultores del valle del Mantaro ante las heladas, siendo el objetivo principal ejecutarlo con un enfoque participativo local; y en la que los conocimientos técnicos o científicos que teníamos o se iban adquiriendo, eran contrastados, complementados y validados por el conocimiento y la experiencia local.
Para ello, se trabajó con dos grupos de agricultores bien diferenciados: uno que realiza sus actividades productivas principalmente en secano, es decir, en temporada sólo de lluvias, y otro que cuenta con un limitado sistema de riego. El primero de ellos, conformado por comuneros del poblado de Quilcas (3.330 m.s.n.m.), en Huancayo-Junín, y el segundo, por agricultores principalmente de la Junta de riego de la subcuenca del río Achamayo en Concepción (3.283 m.s.n.m.), departamento de Junín.
A continuación, se describen las principales actividades que se realizaron en este proceso de investigación participativa:
La distribución de las heladas en un valle no es uniforme, sobre todo tratándose de una región tan compleja como la del río Mantaro, que depende de múltiples factores locales como el relieve, los tipos de suelo o la vegetación (existencia o no, tipo, etc.), entre otros. Si se quisiera obtener un mapa con gran detalle sobre la distribución de las heladas en todo el valle o en parte de él, habría que colocar una gran cantidad de termómetros de temperaturas mínimas en diferentes lugares y condiciones y mantenerlos allí por un tiempo, tarea que, por lo general, resulta costosa y laboriosa, y más en zonas de escasos recursos. En estos casos, las técnicas de mapeo participativo constituyen una muy buena alternativa para obtener información de interés a través de la cual miembros de la comunidad afectada identifican y registran sus áreas de mayor riesgo, en este caso en lo que se refiere a heladas, sobre mapas impresos con buena resolución.
Fue así como se logró que los agricultores y pobladores de Concepción y Quilcas generaran mapas de riesgo de heladas para sus zonas o, en otras palabras, identificaran las áreas que ellos mismos denominan “heladizas” (propensas a heladas), categorizándolas a su vez en “altamente”, “medianamente” y “poco o nada” heladiza.
En las dos zonas de estudio, los comuneros y agricultores coincidieron en indicar que las zonas más frías se encuentran en las partes bajas de las pendientes o cerros, en zonas altas y “peladas” (rocosas y/o sin vegetación), en áreas planas extensas con poca o nula cobertura arbórea y en zonas cercanas al río (bajas), mientras que las zonas más cálidas se ubican principalmente en las laderas libres de los cerros y en zonas con alta vegetación arbórea y/o rodeada de cercos “vivos” de árboles o arbustos. Sus apreciaciones coincidieron plenamente con las que se obtuvieron con investigaciones meteorológicas realizadas para el valle que, junto con conceptos y avances actuales, se fueron compartiendo a través de charlas.
En Concepción y Quilcas, los agricultores también participaron en la identificación de sus vulnerabilidades y fortalezas ante una situación de riesgo de heladas, así como las de sus autoridades y las instituciones gubernamentales y no gubernamentales relacionadas con la problemática.
Se encontró que son varios los tipos de vulnerabilidad ante la ocurrencia de heladas que presentan los agricultores del Valle del Mantaro, los cuales se pueden agrupar en: físico, social, económico, educativo, político-institucional y científico-tecnológico. En el tipo físico, se consideraron como factores más importantes: la altitud, la morfología y el tipo de suelo predominante, el tipo y etapa de desarrollo (fenología) de los principales cultivos de la zona, así como la disponibilidad de agua. En el tipo social, se evaluó principalmente la organización y participación comunal (en general y ante la ocurrencia de heladas), el porcentaje de la población que normalmente se ve afectada por una helada e indicadores de desarrollo humano. En lo que se refiere al tipo económico, se evaluó la capacidad económica del agricultor para hacer frente a un riesgo de helada mediante factores como: ingreso promedio, grado de dependencia con respecto a la actividad agrícola y la pérdida económica promedio que pueda tener el agricultor por las heladas. En el tipo educativo, se abordó el grado de instrucción de los agricultores, las capacitaciones en temas referentes al problema de heladas y/o gestión de riesgo de desastres agrícolas, temas meramente agrícolas o la facilidad de acceso a los medios o redes de comunicación social de la zona. Con respecto a la vulnerabilidad político-institucional, se calificó el grado de “acción” que han tenido hasta la fecha los organismos o autoridades políticas o las instituciones gubernamentales y no gubernamentales de la zona ante el riesgo de heladas, vistas en la fase de prevención y respuesta, y sus capacidades de interrelación e integración entre ellas, para un mejor accionar. En cuanto al tipo de vulnerabilidad científico-tecnológica, se recogió información respecto al avance científico-tecnológico que ha tenido lugar en la zona sobre agricultura y/o procesos meteorológicos asociados a heladas y su riesgo, así como su gestión, mediante tecnologías modernas como la implementación y uso de un sistema de pronóstico y alerta temprana ante heladas.
En general, ambas zonas presentan aspectos de vulnerabilidad más o menos parecidos entre sí. En Concepción por ejemplo, existe una menor organización social en comparación con Quilcas, prevaleciendo acciones más individuales, o hasta familiares a la hora de afrontar un evento meteorológico adverso, por lo que existe una mayor vulnerabilidad social en comparación a Quilcas, donde las acciones son más comunales y solidarias. En Quilcas, las mayores vulnerabilidades que se presentan son de tipo físico y educativo. En el primer caso, debido a que es una zona con una mayor complejidad en su morfología y ubicación, cuenta con escasez de agua y el tipo de suelo es más variable y con amplios sectores altamente heladizos; en el segundo caso, fue evidente el grado de instrucción más bajo que tienen los pobladores de la zona en comparación a Concepción. Las autoridades fueron mayoritariamente desaprobadas por la población por su “pobre”, “inadecuado” o “lento” proceder ante situaciones tanto de emergencia como de prevención. Integrando todos los aspectos en un índice total, Quilcas presentó una mayor vulnerabilidad total en comparación con Concepción, aún cuando al final ambos obtuvieron la misma categoría: VULNERABILIDAD ALTA.
Para el reconocimiento de una posible situación de peligro de heladas en el valle, los agricultores de la zona suelen reconocer con anticipación (normalmente, algunas horas) ciertas “señales naturales” y precursoras del evento. Entre las señales más comunes figuran las de tipo meteorológico o astronómico: cielos muy despejados durante el día y/o noche anterior, temperaturas más altas de lo normal al mediodía o al empezar la tarde, con descensos bruscos y persistentes entre la tarde y noche, puesta de sol bastante rojiza (presencia del “puka inti” o “sol rojo” en quechua), la persistencia, a veces, de vientos fuertes desde zonas del sur o suroeste del valle. En mucha menor proporción, se toman en cuenta otras señales como, por ejemplo, las de tipo biológico: el trinar o canto de algunas aves (chihuacos, gorriones de color blanco, golondrinas, “pucuy pucuy”), el “lloriqueo” de sapos y hasta la ausencia de nubosidad en los picos de la cordillera más cercana que existe en el valle (Nevado de Huaytapallana).
Entre las fortalezas encontradas, es común que los pobladores y campesinos del valle realicen acciones diversas de prevención de heladas, que abarcan desde las más simples y generalizadas quemas de ramas verdes o producción de ruidos fuertes, hasta acciones un poco más complejas y menos frecuentes como el uso de cercos o barreras vivas con árboles o arbustos de la zona, rotación de cultivos o uso de cultivos más resistentes, y riego anticipado, estos últimos principalmente en zonas menos rurales.
Los agricultores de más edad son los que normalmente preservan algunos conocimientos antiguos sobre el clima o el tiempo y su pronóstico, recibidos por lo general de sus antepasados, conocimientos que, lamentablemente, hoy en día se están perdiendo. Algunos de ellos están asociados a la observación de ciertas constelaciones o grupos de estrellas en meses o días específicos del año (como la identificación del grupo de estrellas llamadas Siete Cabrillas, observadas el 12 de agosto) que pueden “anunciar” como será el año agrícola venidero, el seguimiento del comportamiento de algunos arbustos o plantas en el valle como el “junco” o el “gigantón” que anuncian una buena o mala cosecha (principalmente del maíz), o del maíz blanco, que en los primeros estadios de su desarrollo, según los colores que toma, puede “avisar” sobre la presencia o no de heladas constantes en la región.
Además, siguiendo una tradición, se asocia la ocurrencia de heladas con algunas fiestas patronales de la región (principalmente del calendario litúrgico católico o celebraciones locales). Esto debido a que las heladas se dieron reiteradamente en algunas oportunidades como en los meses de diciembre (asociado a la Inmaculada Concepción y a la Navidad), febrero (asociado a la festividad de la Virgen de la Candelaria y carnavales), o marzo (asociado a la Semana Santa). Todos estos acontecimientos fueron registrados históricamente por la población.
La experiencia vivida ha sido valiosa, hemos aprendido y hemos enseñado. Se ha recogido la percepción y el accionar de los agricultores frente al riesgo de helada desde tiempos antiguos hasta estas fechas, les hemos explicado las herramientas que existen en la actualidad y las hemos contrastado con su saber, y juntos hemos valorado las grandes debilidades y fortalezas del sistema actual de gestión de riesgos de heladas, armando una propuesta general.
Finalizada la investigación, se entregaron juegos de la tesis a sus bibliotecas, así como los mapas realizados en formato grande. Los agricultores y comuneros, quedaron bastante complacidos y exhiben orgullosos los mapas que ellos mismos han realizado. Asimismo, se han comprometido a una nueva investigación sobre los impactos de eventos meteorológicos extremos en la ganadería. Una nueva forma de trabajo mancomunado ha empezado.
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Grace Trasmonte Soto
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